domingo, 28 de julio de 2024

HAY PAN Y PESCADO, SIÉNTATE A COMER

HAY PAN Y PESCADO, SIÉNTATE A COMER 

El domingo pasado vimos a Jesús alimentando con su palabra a una muchedumbre que buscaba en él consuelo y fortaleza, un guía y pastor de sus vidas desorientadas. Hoy saltamos del evangelista Marcos, al que escuchamos este año, al de san Juan para leer a lo largo de 5 domingos el capítulo 6, la multiplicación de los panes y los peces y el discurso del pan de vida. Nos dará buena cuenta del significado del pan en la vida del discípulo de Jesús.

El Señor sabe que un signo puede cambiar la perspectiva de la vida de sus discípulos y aportará una palabra nueva sobre su identidad. Un signo, según la denominación joánica, un milagro según nuestro lenguaje habitual, no es un espectáculo, es una invitación al reconocimiento de Jesús como el Señor, el Salvador, el alimento de vida. 

Lo primero que quiero compartir con vosotros es que todos tenemos hambre. Sí, a lo largo del día, sentimos esa necesidad corporal de dar el alimento al cuerpo, su sustento. Jesús sabe que aquella multitud tiene hambre, están en descampado. La diferencia radica en que yo hoy puedo tener hambre, y es normal, pero se que al llegar las dos de la tarde me voy a sentar a la mesa para comer. Y, aunque tenga hambre, no es un problema, porque se tiene una solución fácil. Hay una "estructura social" que me lo facilita: he comprado alimentos en su tiempo, hay una cocina, y llegará la hora y estaremos sentados a la mesa, incluso, se que lo que podría ser una circunstancia temporal, tener hambre, se convertirá en una oportunidad de socialización.

Pero ¿qué pasa cuando tienes hambre y sabes que no tendrá nada para comer y que no hay posibilidad ni inmediata ni remota de comer? Y eso sí que es un problema. Y a esa cuestión es a la que Jesús viene a darle luz. Sabe que la multitud tiene necesidad de comer, pero no hay nada. ¿Qué pasa si rompemos el dinamismo egoísta de que cada uno se busque la vida? Ni los cálculos de lo que supondría el gasto de comprar pan para todos, ni la desesperación de no tener un plan, una estructura, un proyecto podrán con la sencilla respuesta generosa de un muchacho. Cinco panes y dos peces. ¿Es la solución? Desde nuestros cálculos no, desde el signo que muestra la presencia del Reino, SÍ. Jesús también tendría hambre y no busca comer él solo, más aún, convierte aquel lugar de fresca hierba verde en prefiguración del banquete al que somos invitados por el Buen Pastor que cuida de su rebaño y lo conduce para darle el alimento de vida.

Hoy os invito a que pongamos alma y corazón en nuestra plegaria por los que no tienen para comer y saben que hoy, ni mañana lo tendrán, ni para ellos ni para sus hijos. Porque, aunque no lo creamos, el hambre como asesina implacable sigue dejando en la estadística de la mortalidad cifran vergonzosas en un mundo donde se tiran toneladas de alimentos, donde la deuda al planeta cada vez es más enorme y el desgaste emocional e integral de las personas es increíble. Jesús, cuando terminaron de comer, mandó recoger las sobras, nada se tira ni se desperdicia. 

Por último, pensemos, en cuantas necesidades vitales, no solo físicas, existen y no son resueltas, y muchas personas saben que no tienen las capacidades para resolverlas: trabajo, salud mental, vacío interior, miedos, ... y creo que el alimento que nos da el mundo no sacia y fortalece.

Hoy también recordamos a los abuelos y abuelas y los mayores.


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