martes, 22 de diciembre de 2020

UN NUEVO ORDEN


El Señor poso su tienda en medio de su pueblo. Lo que había sido al peregrinar de Israel por el desierto en esa provisionalidad del camino, ahora en María, es el Hijo de Dios, quien habita entre nosotros, que sale en el vientre de María al encuentro de un pueblo emocionado por comenzar una nueva etapa vital: la fecundidad.

La vieja Europa se creía poseedora de Dios, segura de su doctrina, prepotente ante el mundo, madre e madrastra de ser garantía de ortodoxia. La vieja Europa, vacía e insatisfecha, llamando a las puertas de esperanzas engañosas. Un occidente de larga tradición, culto inmemorial, que va probando otras fuentes y saciando su sed en palabras solemnes que satisfacen los oídos, no molestan a nadie pero tampoco mueven corazones. Y todo suena a moderno si cambias leyes, que enmarcamos en salones nobles, entronizamos las sabiduría para no conocer el alma de hombre, coronamos la sociedad con la joyas de la economía devastadora que silencia a quien no vale, no cuenta, no produce. 

y Dios nos dice, no tengas miedo.

Y aparece la mujer, María. Y dice a voz en pecho Dios es grande, misericordioso, Dios da vida, es la vida. Y ella, sin linaje ilustre, pero se reconoce en lo mas grande como hija; ella, sin títulos de universidad, pero con la sabiduría del corazón; ella, con la economía casera, proclama da instauración del Reino que llega, con su nuevo "desorden". Ella, que se dice sierva, es ensalzada a lo más alto.

¿Quieres cantar? Canta con María.

Xabier Alonso

22-12-2020


 Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,46-56):

EN aquel tiempo, María dijo:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor,

“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humildad de su esclava”.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:

“su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

“derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia”

—como lo había prometido a “nuestros padres”—

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».

María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.


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