Seguimos este camino de oración.
DIA SEXTO
LA UNIDAD EN DIOS, MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
Del
Evangelio según San Juan: (Jn 15,4 ss)
Dijo
Jesús a sus discípulos:
Permaneced
en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no
permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien
permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada.
La bondad del creyente deja entrever
la bondad grandiosa de nuestro Dios. El Espíritu del Señor, como la sabia que
alimenta la planta, va llenando el corazón del hombre. Hay muchas personas a
las que les hacen homenajes después de su muerte alabando su buen hacer, les
erigen monumentos, y les ponen calles con su nombre. El cristiano entiende su
vida como una alabanza al que le da la vida: Dios.
Es el Señor el que nos ha elegido para que nuestra vida
fructifique, y la muerte, es parte de nuestra vida. Puede ser la rebeldía del
que no acepta su fin, o por el contrario, la culminación de una peregrinación
para seguir, o más bien, encaminarse a la unión definitiva con la fuente de la
vida.
El P. Cristian Marie Chergé fue uno de los siete
cistercienses asesinados en el monte Atlas, donde estaba su monasterio. Un
lugar de encuentro con los hermanos musulmanes y donde escribió su testamento.
Nos enseña que la muerte, aunque sea cruenta, es una llamada a la unidad en
Dios y con los hermanos, especialmente con los que sufren inocentemente.
“Si un día me aconteciera -y podría ser hoy-
ser víctima del terrorismo que actualmente parece querer alcanzar a todos los
extranjeros que viven en Argelia, quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi
familia, recordaran que mi vida ha sido donada a Dios y a este país. Que
aceptaran que el único Señor de todas las vidas no podría permanecer ajeno a
esta muerte brutal. Que rezaran por mí: ¿cómo ser digno de semejante ofrenda?
Que supieran asociar esta muerte a muchas otras, igualmente violentas,
abandonadas a la indiferencia y el anonimato. Mi vida no vale más que otra.
Tampoco vale menos. De todos modos, no tengo la inocencia de la infancia. He
vivido lo suficiente como para saber que soy cómplice del mal que
¡desgraciadamente! parece prevalecer en el mundo y también del que podría
golpearme a ciegas. Al llegar el momento, querría poder tener ese instante de
lucidez que me permita pedir perdón a Dios y a mis hermanos en la humanidad,
perdonando al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiere golpeado.
Y a ti también,
amigo del último instante, que no sabrás lo que estés haciendo, sí, porque
también por ti quiero decir este gracias y este a-Dios en cuyo rostro te
contemplo. Y que nos sea dado volvernos a encontrar, ladrones colmados de gozo,
en el paraíso, si así le place a Dios, Padre nuestro, Padre de ambos.
Unidos en comunión de vida y amor en el Señor,
presentemos nuestra oración confiada diciendo:
Únenos en tu amor, Señor.
1.
Por la Iglesia
llamada a ser testimonio de unidad.
2.
Por los países que
viven en guerras.
3.
Por las familias que
sufren divisiones.
4.
Por los que sufren
en su interior la división fruto del pecado.
5.
Por nosotros
miembros del Cuerpo de Cristo que es su Iglesia, para que seamos testimonio de
la unidad en el amor.
6.
Por los difuntos,
para que sean admitidos en el banquete del Reino de los cielos.
Oración al Cristo Crucificado.
Atribuida a San Juan de Ávila
No
me mueve mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tu
me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muéveme tus afrentas y tu muerte,
Mueveme
en fin, tu amor de tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No
me tienes que dar por que te quiera,
porque aunque cuanto espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.
RESPONSO
Sacerdote: -No te acuerdes, Señor,
de nuestros pecados.
R.-Cuando
vengas a juzgar al mundo
Sacerdote: -Señor,
Dios nuestro, dirige nuestros pasos en tu presencia.
R.-Cuando
vengas a juzgar al mundo
Sacerdote: -Dales,
Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz eterna
R.-Cuando
vengas a juzgar al mundo
Sacerdote: -Señor,
ten piedad
R.-Señor,
ten piedad.
Sacerdote: -Cristo,
ten piedad.
R.-Cristo,
ten piedad.
Sacerdote: -Señor,
ten piedad
R.-Señor,
ten piedad.
Todos:
Padre nuestro...
Sacerdote: -Libra,
Señor, sus almas
R.-De las penas del infierno
Sacerdote: -Descansen
en paz
R.-Amén
Sacerdote: -Señor,
escucha nuestra oración
R.-Y llegue a ti nuestro clamor.
Sacerdote: -El
Señor esté con vosotros
R.-Y con tu espíritu
Sacerdote: Oremos: Te rogamos,
Señor, que absuelvas las almas de tus siervos difuntos de todo vínculo de
pecado, para que vivan en la gloria de la resurrección, entre tus santos y
elegidos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Sacerdote: -Dales,
Señor, el descanso eterno
R.-Y brille para ellos la luz eterna
Sacerdote: -Descansen
en paz
R.-Amén
Sacerdote: -Sus
almas y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios,
descansen en paz.
R.-Amén
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