En un ambiente utilitarista de las cosas, ante el vacío que mora en el interior de la persona y del que hemos hablado hace unos días, nos encontramos con una búsqueda efectiva de la espiritualidad, o de la fe. Lo primero es la tantas veces manida expresión "creo a mi manera", "para creer no necesito de nadie", "para rezar no necesito la Iglesia", "Dios no está solo en los templos", de lo que sacamos con consecuencia que hay personas que entienden la fe no como un regalo, un don, sino una construcción personal y una adaptación a sus demandas o gustos. Seguimos. Descubrimos además que "creer me hace bien porque algo habrá para entender la vida", "algo habrá después de la muerte", "cuando pido se me concede lo que necesito". Vemos pues una fe impersonal, evitando una relación que me provoque, o me convierta, esto es, que me proyecte un abandono de formas de vida que me alejan del proyecto humanizador. Y así, podemos seguir, pero, a pesar de que pueda suponer una crítica, quisiera redescubrir un camino necesario. Dios, que tiene la iniciativa, llama a todos, si a todos, y por lo tanto, el anuncio del evangelio está destinado a toda persona, piense lo que piense, aunque esté equivocado. ¿podemos pues aceptar toda afirmación en base a un buenismo que atraiga a los más al redil?. Creo que no. No podemos edulcorar la vida cristiana como si fuese una propuesta adormecedora de conciencias y mutiladora de libertades.
Necesitamos descubrir la presencia de Dios y su mensaje en la realidad de la vida, en el devenir de la historia, la llamada a la transformación de nuestro mundo, en la tradición del pueblo creyente, en los deseos de encuentro y comunión, en la sencillez de los niños, en la entrega de los más generosos, en la sinceridad de quien se enfrenta a la muerte con serenidad y del que no entiende que pasa en su vida. Tendremos que descubrir la llamada de Dios a confiar en Él en la verdad revelada y en el misterio del corazón, en la cruz y resurrección y en la negación de su existencia, en la mirada esperanzadora y en el que no encuentra caminos de victoria.
María es heredera de un pueblo creyente, pero un pueblo de fe y miedos, dudas, desengaños y negativas. Baste leer la Biblia y comprender la paciencia de Dios. Y éste escoge a María. Y ella cree, confía, entrega y sueña; sueña los sueños de Dios y de un pueblo necesitado de libertad, de amor y de vida. María calla y canta, interioriza y se despliega en amor a los demás, duda en busca de certezas y transmite seguridad a los que tienen miedo, se sorprende y guarda así como camina a la cruz y llora, espera y ama. Ella es la mujer libre que acepta y confía, de dona y cree.
Virgen maría, mujer creyente:
Aumenta en nosotros la fe.
Aumenta en nosotros la fidelidad a tu Hijo,
Cristo, nuestro hermano.
Danos firmeza para sentirnos más fuertes
y cimentados en Ti,
Tú, que eres la aurora,
y el alba de nuestra fe.
Danos la firmeza para testimoniar
aquello que creemos.
Danos humildad para recurrir a Ti
en nuestras dudas y vacilaciones.
te lo pedimos nosotros,
los desterrados hijos de Eva.
María se muestra a los pobres. La foto es de la imagen de la Virgen peregrina de Fátima en Portugal cundo hizo su visita al santuario de A Franqueira
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