Si el domingo pasado, Jesús nos prevenía para que no cayésemos en la codicia, descrita por San pablo como una idolatría, hoy, el Señor, a través de diversas parábolas nos invita a pasar a la otra orilla, o amanecer a un nuevo día de esperanza con la libertad de la generosidad. Lo que nos esclaviza envuelva el corazón en la noche del vacío y la limitación de no alcanzar nunca los deseos insaciables que se instalan en él, lo que nos libera provoca la entrega de nuestra propia vida, condicionar el futuro a lo imprevisible de estar a disposición de los demás, descubrir el tesoro en el amor que no se agota.
Nos invita Jesús a estar en vigilia, preparados, dispuestos, atentos, a saber dar respuesta de nuestra fe, como diría San Pedro, a todo el que nos la pida. Y es que el que está en labor constante y diario, no está programado para realizar lo que se le pide, sino también de sacar lo mejor de si mismo cuando se necesita. No valen las escusas de yo no se, yo no valgo, yo no puedo, yo no... esto es anular todo posible avance, y va en contra de la esperanza. Lo sorprendente es que, sin saberlo, el Señor viene a ponerse a disposición del servidor, se cambian los papeles en la libertad del Dios que se hace ofrenda, se sitúa en el segundo plano, mira desde abajo, da de comer y cuida de los suyos.
Hoy nos unimos a todas las personas que procesionan alumbrando al Santísimo Cristo de la Victoria de Vigo. Procesionar es caminar, hacerlo juntos, siguiendo al Señor; alumbrar es caminar llevando luz, amor y alegría.
Feliz domingo
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