Durante
estos días estamos viendo con admiración y asombro la gran asamblea que se está
celebrando en Lisboa con motivo de la jornada mundial de la juventud. Una
explosión de alegría, de experiencias de encuentro con Jesucristo, de
profundización en la vida cristiana, de compromiso y consagración al Señor. Una
JMJ podemos pensar qué es como el monte Tabor que se nos describe la lectura del
evangelio de la fiesta de la Transfiguración en este domingo. Pedro, Santiago y
Juan contemplan la actividad dos la gloria que les muestra Jesús y que les
ayuda a comprender que el anuncio de la pasión que les acaba de comunicar tiene
su auténtico sentido en el misterio de la resurrección. La pascua no es una situación
de bienestar que provoque una ausencia y una actitud de desentendimiento de la
realidad. La visión de la gloria es mostrarnos a lo que estamos llamados y que
reafirma nuestro camino a pesar de las dificultades.
La JMJ es
una muestra de la pedagogía maternal de la iglesia que acompaña a los más
jóvenes a poder contemplar lo que significa vivir en la fe. La alegría
desbordante, el silencio orante, la reflexión, el compromiso se convierte para
los jóvenes en la palabra que Pedro pronuncia “que bien se está aquí”. La
transfiguración es una muestra de lo que el Espíritu Santo puede realizar en
nosotros sí nos abrimos a ser receptores te el amor. Igual que Elías y Moisés
dialogar con Jesús significando que aquella montaña es símbolo del diálogo de
Dios con su pueblo a través de la palabra profética y de la acción liberadora.
Hoy a orillas del Tajo, en la capital de nuestro vecino Portugal, los jóvenes
nos muestran como la vida de los cristianos es una palabra profética en medio
del mundo de esperanza da fraternidad y como el compromiso para construir el
reino de Dios es una llamada a la libertad.
Igual que
Jesús desciende con sus discípulos más íntimos y les invita a continuar el
camino, así los jóvenes de nuestra iglesia, siguiendo a Jesús, sin miedo, nos
ayudan a todos nosotros a ser fieles al Señor.
El lema de
la JMJ “ se levantó con prontitud y fue a la montaña” es la actitud de la Virgen
María que se levanta y camina por la montaña para ir a visitar y servir a su
prima Isabel. Con María, este domingo, le presentamos al Señor el deseo de no
dejarnos postrados. Dios no se levanta para que sigamos el camino del Reino
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