domingo, 20 de agosto de 2023

QUE GRANDE ES TU FE

La profesión de fe que manifestaron los apóstoles el domingo pasado, admirados de que caminase sobre las aguas, pues se convierte en el grito desesperado de una Madre que pide la salud para su hija sometida al mal. Puede resultar relativamente fácil comprender el sufrimiento que es consecuencia de las malas decisiones de los adultos. Incluso somos capaces de razonar que las injusticias y desigualdades tienen su origen en el mar que impera en el corazón de las personas. Que el egoísmo la vanidad y el orgullo provocan que personas inocentes sufran a causa de las guerras, de la falta de los medios adecuados o de las injustas decisiones de los gobernantes. Pero cuando nuestra vida está comprometida en el cuidado, cómo le pasaba esta mujer, de una persona inocente que está sufriendo, buscamos desesperadamente razones y soluciones. Esta mujer profesa la fe de que Jesús es el hijo de David, una proclamación propia del pueblo judío, pero que ella sin serlo, es capaz de proclamarlo. Ella se ve impotente para poder cuidar de su hija golpeada y esclavizada por el mal. La escena adquiere un carácter dramático al ver el silencio de Jesús, como que no quiere atender a esta mujer, pero como todas las Madres coraje insistirá. La Ce provoca una actitud de súplica de este la pobreza y a la espera desde el silencio.

Qué grande es tu fe le dice Jesús.

Hoy también queremos pedirle a nuestra Madre María, imagen de la iglesia, que en el silencio de la cruz del inocente que es rostro de su hijo nos ayude a profesar nuestra fe. Con María hoy decidimos: Señor Ten piedad de nosotros. Con María hoy agradecidos reconocemos que el Señor nos ha liberado de las ataduras del mal y dado nueva vida.


 







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