domingo, 9 de agosto de 2020

EN MEDIO DE LA TORMENTA ESTÁ EL SEÑOR

 Hoy el centro es la proclamación de que Jesús es el Hijo de Dios. Este reconocimiento lo hacen los apóstoles después de una gran crisis. Hago un relato y explico.

Unas semanas atrás escuchamos las parábolas del Reino. La enseñanza es clara, sencilla, accesible y comprensible. Todos acogen la enseñanza de Jesús y todos le buscan para estar con él.

Es martirizado Juan Bautista. La noticia es una bomba. Y Jesús necesita reconducir su pensamientos y sus sentimientos. Desea retirarse a un lugar solitario.

La sorpresa es encontrarse de nuevo a la gente. Un multitud. Baño de masas? No. Se le conmueven las entrañas, identidad plena con la esencia de Dios. Y cura. El centro está en el que sufre. El anuncio del Reino es visible.Y se culmina todo, como escuchamos el domingo pasado, en un banquete. La multiplicación de los panes y peces es profecía de la acción de la Iglesia cuando se hace presencia del Reino: anuncio de la Buena Noticia (parábolas), acción caritativa y ahora Eucaristía, el banquete de la universalidad.

Hoy vemos a Jesús despidiendo a la gente. Es el deseo de que la misión continúe en cada uno. La semilla está sembrada. La comunidad ya está iniciada. La Iglesia está en marcha. Y se retira, ya por fin, a un lugar apartado y solo a orar. Ahora, ya Jesús está en silencio, solo. 

Mientras los apóstoles, habiendo vivido todo esto, estaría eufóricos. Pero aparece la prueba. No todo es éxito, ni es lo que pretende el Señor. La Iglesia es la comunidad de los inconformistas que no paran en una orilla, sino que son invitados a cruzar continuamente de un lado a otro a proclamar el Reino. La travesía no es sencilla. Muchas cosas se oponen y los miedos aparecen. Los de los apóstoles eran aquellas olas enormes, el viento huracanado y los fantasmas de nuestra imaginación. Nada está conquistado, todo está por hacer. Es de noche y parece que nos hundimos.

Si os digo la verdad me suena a discurso actual en el seno de nuestra Iglesia. Me cansa, sinceramente, esta falta de fe que tenemos dentro de nuestras comunidades. Porque lo que escucho son reproches, si las iglesias están vacías o llenas de mayores, que no hay vocaciones, que los niños, que si los jóvenes. Y también sus fantasmas de miedos: esto se acaba, no hay nada que hacer... o sea que nos hundimos. Y aún por encima remamos como podemos, cada uno por su lado. 

¿Está o no está el Señor con nosotros?

Los peligros están en querer salvar los papeles negociando con esquemas mundanos. Jesús no era un ídolo de masas, no organizaba eventos, ni pensemos que lo de los panes y los peces era una fiesta gastronómica para ganarse al personal. Eso es lo que vemos nosotros en nuestra acción. Organizamos algo y ya preguntamos cuantos han venido, queremos resultados. ¿Quieres resultados? Mira la cruz.

Jesús camina sobre las aguas porque está por encima de aquello que nos ahoga, nos anula, nos asfixia, está por encima de donde habita el Leviatán, el origen de nuestros miedos e inseguridades. Que Pedro camine por un instante sobre las aguas, pero que quede evidente su temor, es la llamada a que, si te dejas guiar por Cristo estaremos por encime de todo lo que lleva el nombre de muerte. Porque en él el pecado y la muerte no tienen lugar.

Hoy levantamos nuestras manos para decirle al Señor "Señor, Sálvame"

En medio de nuestros miedos está Jesús, es el Señor, el Hijo de Dios.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,22-33):

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.

Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»

Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»

Él le dijo: «Ven.»

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»

En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.

Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»


Palabra del Señor




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