Nevada 2008 |
La súplica del leproso encuentra acogida en la compasión de Jesús. La petición, expresada y dialogada, "si quieres, puedes limpiarme", le dice aquel hombre, no solo enfermo, sino, excluido, expulsado, desahuciado, lo último de lo último. Y Jesús, mira, escucha, atiende, TOCA, que no deja de ser sorprendente, pues tocar al leproso, no es un simple gesto de compasión o cercanía, sino, el llenarse de impureza según la ley mosaica. Sí, Jesús, no se aleja de nosotros cuando nos vemos sumergidos en el pecado, llenos de impureza, propio de nuestro barro, sino que, ante la súplica desesperada, mira, escucha, toca, se llena de nuestra suciedad, se embarra, porque quiere limpiarnos.
En muchas conversaciones sale el tema del pecado y sus consecuencias. Me da la impresión que algunos viven como en una cápsula, creyendo que el mal solo afecta a algunos, o que las injusticias y el sinsentido de muchas cosas que existen en el mundo no van con nosotros, no les suena de nada el pecado social que decía San Juan Pablo II, o las consecuencias del pecado, evidentemente, también el de omisión. No está lejos de nuestro alcance escuchar muchas veces "yo no tengo pecado", o el típico "no mato ni robo", sí, pero como tengo dicho, vaya si despellejo. No es ésta una reflexión pesimista, ni mucho menos, pero vamos a ser realistas y llamar las cosas por su nombre. Reconocer que necesitamos que Jesús nos mire, nos escuche, nos toque, nos cure, nos rehabilite. Y es que, el pecado, no solo mancha, sino que también, aleja de Dios, de los demás, nos hace marginados o marginadores, nos desalienta, nos infecta con la tristeza, que cuidado, es contagiosa, nos coloca una mascarilla para que no vean nuestras arrugas, pensando que podemos disimular delante de Dios, nos endurece el corazón. Es un diagnóstico bastante complicado, pero ya sabes, Jesús es el Buen samaritano.
Un día nos bañaron en las aguas del Bautismo para llenarnos de la alegría del Señor. ¿qué haces, qué hacemos, perdiendo esta belleza y hermosura?.
Fija los ojos en la toda limpia y pura, María, para en ella vivir la hermosura de ser hijos de Dios.
Feliz día.
Javier Alonso
A Franqueira
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