En el evangelio de hoy son los escribas lo que vienen a enfrentarse con Jesús. Acusar a Jesús de que las obras que realiza son obra de Satanás viene dado por la malicia y la envidia que ha entrado en sus corazones.
La actitud de los escribas no está muy lejos de la nuestra. Ellos, estudiosos de la ley, intérpretes autorizados, colocados en un estrato alto de la sociedad, tienen que escuchar de las gentes la admiración que sienten por "ese carpintero de Nazaret",. que "habla con autoridad no como los demás" comentaban los sencillos. Esa evidencia en que los deja Jesús les come las entrañas. Además el poder "de que hasta los espíritus inmundos le obedecen" y le reconocen y proclaman que es el Hijo de Dios.Cuanta envidia guardan en su interior, y por eso, ha salido por su boca el deseo del desprestigio, del insulto, de la violencia, de mezclar lo inmundo del demonio con lo santo de los santos.
Digo que no está muy lejos de nosotros porque cuantas envidias al ver el éxito de algunas personas, cómo intentamos desprestigiar cuando se cuestiona lo que nosotros decimos o hacemos, cuanta violencia cuando se nos arrebata "nuestro puesto".
Y es que la actitud no deja de sorprender. A aquellos que le acusan les invita a acercarse y dialoga. Nosotros, cuántas veces en lugar de abrir caminos al diálogo buscamos la crítica fácil hablando por detrás. Jesús da la cara, porque en el fondo, también quiere salvar de su ceguera a estos escribas, y les advierte, que la división es acción del maligno, y si entra el maligno Dios queda relegado y su amor anulado en el corazón.
Amigos, todos tenemos algo bueno que decirnos unos a otros, y es necesaria la escucha dispuesta a acoger la palabra del otro. Todos tienen algo que enseñarnos, cuando se busca la verdad, la bondad, la justicia... acojamos, pues todos tenemos algo que aprender.
Feliz día.
Que a Nosa señora da Franqueira vos acompañe
Javier Alonso
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