SAGRADA FAMILIA
En los grandes belenes que se colocan en casas, iglesias y establecimientos, detrás, alejado del pesebre, como en el horizonte, se coloca un castillo. Una fortaleza, al estilo clásico, con sus almenas, torres, puerta levadiza, y soldados haciendo guardia y defendiendo de posibles ataques contra el rey que está sentado en su trono. Un contraste, el pesebre en la gruta y el portal, frente al castillo de poder y grandeza. El castillo nos recuerda a Herodes el Grande, quien en un arrebato de ira decide que ejecuten a los niños nacidos en Belén menores de dos años. Y todo por la pregunta de los magos venidos de Oriente "¿Dónde ha nacido el Rey de los Judíos? Hemos visto salir su estrella..." Una vez más, el gran rey, que había logrado de Roma ser llamado rey de los judíos a pesar de su ascendencia no judía, detestado por muchos por su impiedad, un asesino experto en quitar de en medio a miembros de su familia que habían sido obstáculo a sus intereses dinásticos, odiado por saduceos, fariseos y miembros del sacerdocio a pesar de haber ampliado el templo, pero por sus desavíos de impureza y sus fiestas paganas; temido por el pueblo que era obligado a trabajar para él y para el imperio de Roma; magnate constructor, megalómano que edificó grandes palacios y fortalezas, incluso la ciudad de Cesarea del mar fue favorecida por sus grandes construcciones... pero que, tiene ·miedo· de un niño que nade en la miseria y es declarado rey de los judíos. ¿A qué temen los poderosos?
En este domingo de la Sagrada Familia podemos encontrar en esta estampa dos formas de construir, de edificar la familia:
Por un lado la del poder, que obliga a justificar comportamientos ilícitos, que se retroalimenta de poder, que busca la vanagloria, que se mueve en excesos, que desprecia, que se satisface en lo inmediato, que no tiene más proyección de futuro que su propio ego, que no se cuida de los más débiles, que busca el máximo rendimiento... y en el extremo vive "en sombras de muerte". Es lo que se puede describir como la cultura de la muerte.
Su debilidad, lo que lo puede derrotar, la fidelidad del amor, la constancia en la verdad, la gratuidad de la entrega, la oblación de la propia vida.
En el vértice contrario, la fragilidad, la aceptación del proyecto de Dios, el discernimiento de los retos, la cultura de los cuidados, la custodia del más débil, el arte de descubrir el rostro de Dios en el otro, vivir bajo el lema de quien pierde gana, el trabajo por el bien de todos, la proyección hacia el exterior, ver las amenazas como retos, no temer sino vivir en la confiada esperanza, no cerrar el corazón a nuevas expectativas, fidelidad creativa, caridad entregada.
Jesús, María y José, salieron a refugiarse a Egipto, la que había sido tierra de esclavitud del pueblo hebreo, para que regresase el Nuevo Moisés a liberar desde el silencio y la vida en Nazaret, hasta que se revelase como Pastor del Pueblo.
Jesús, un niño, amenazado por el poder de un Rey, que buscan su muerte, es refugiado en tierra extraña, como tantas familias que emigran y huyen de las guerras. La fidelidad creativa hace posible comprender lo incomprensible, aceptar lo inaceptable, avanzar en caminos tortuosos, superar y vencer al final. La victoria es el amor.

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