Con que facilidad pasamos de largo la frase de Jesús "el que esté sin pecado que tire la primera piedra. Y es que el bolsillo lo llenamos de piedras, grandes o pequeñas, que se cuelan desde el corazón. Piedras, a veces decimos, pequeñitas, que se convierten en losas pesadas que impiden acercarse al otro con calor humano. Golpeadas con furia y con intención de hacer daño. Piedras de condena y que escondemos la mano viendo para otro lugar. Las piedras del odio, la venganza o la mentira; piedras de engaños, cuchicheos o escándalos; piedras de juicios, condenas y sentencias; piedras de maldad que matan al hermano.
Y Jesús escribe en tierra, esperando, porque su paciencia es infinita. Piedras que colocamos haciendo monumentos a nuestras victorias a base de errores sangrientos que llenan el mundo de víctimas inocentes. Porque no esperamos a que uno se defienda, ya hemos dicho que es culpable. Piedras que adornamos hipócritamente para sellar con supuesta belleza nuestras vergüenzas creyendo que así no verán nuestros pecados.
Y Jesús, espera pacientemente, a que nuestras piedras queden colocadas en calzadas y caminos que conducen a la verdad, la del hombre reconstruido, sanado, salvado. Que sean puestas formando puentes que unen lo que está separado. Piedras que sean vivas para construir el templo de la paz, del Espíritu.
Y Jesús perdona y nos dice "aprended de mi que soy manso y humilde de corazón". Un corazón de carne, sensible y dócil que el Señor pone en nuestro pecho, que bombea la sangre de la vida, de la paz y del Espíritu.
Escribe en nuestro corazón, Señor, el poema de amor que es el perdón
Feliz domingo
Xabier Alonso
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