Por quienes pide Jesús el perdón en la Cruz no es a los que están delante de él, sino la realidad humana, hombres y mujeres, de todos los tiempos, pasados y futuros que declaran culpable al inocente llevándole al patíbulo mortal. Podemos quedarnos como espectadores de una cruenta historia pasada, como tantas otras que llenan los libros de crónicas ancestrales. Pero no. El que existía antes del tiempo, en el Calvario, contempla desde este atalaya el inmenso dolor de inocentes goleados por la injusticia y la maldad.
Jesús mira a sus pies y descubre el corazón vacío del hombre sediento de misericordia. Va hacia un lado, y descubre, la negativa del que se resiste al amor, en un condenado que se revela. Ve al otro lado, y escucha el clamor del que le roba el paraíso. Y eleva la mirada a lo alto. Un cielo infinito, como el corazón del Padre, que se abre a la vida, que grita un clamor de esperanza, que está sufriendo con su Hijo, y, en silencio, el silencio del Padre, espera.
Desde los hombres no hay clemencia, solo burlas, tentaciones y quejas. Desde el cielo hay piedad, compasión, y la satisfacción de que Dios ha hecho todo por amor, lo ha entregado todo.
Entramos en Pasión apasionadamente, no pases de puntillas, es Dios que pasa, Pascua, salvando. Pide a María, Madre dolorosa, tener mirada esperanzadora al pie de la cruz de los hermanos y hermanas.
Perdónanos, Señor
Xabier Alonso
No hay comentarios:
Publicar un comentario