domingo, 28 de abril de 2019

VIDA, MISERICORDIA Y FE



Lo primero es la felicitación pascual a todos. Son éstos unos días intensos y llenos de vitalidad. La Pascua del Señor, el paso de Dios, ha llegado a los hogares de nuestras parroquias. Esta semana, visitando a las familias, y entrando en las casas para la celebración de la bendición pascual y la visita de la cruz, tengo, en primer lugar, que dar gracias a todos por la acogida y la disponibilidad para este momento importante en la vida de nuestras familias. Es una manifestación de la fe que, a veces medio dormida, permanece en nuestros corazones. Gracias pues por la acogida y la oración.

Hoy es el domingo segundo de pascua, domingo in albis, domingo de la misericordia. Es tanta la vitalidad, la fuerza del amor del Resucitado, que no podemos más que reunirnos con los hermanos en la fe y descubrir que, en el testimonio de la comunidad del Resucitado nace la confianza en que El está en medio de nosotros. No es un convencimiento de quien no acepta la derrota de un proyecto ilusionante, sino, la que nace del regalo del Espíritu que desciende en nuestros corazones. Éstos se transforman por el amor del Señor en el lugar donde la paz del Viviente provoca el perdón que nace de la ternura del corazón del Amado.
Hoy el Señor alienta en nosotros su Espíritu que nos capacita para llevar a los hermanos, al mundo, a los hombres y mujeres golpeados por el pecado y por sus consecuencias, el Espíritu de la Misericordia.
Señor mío y Dios mío, llena de corazón de tu luz, ilumina mi ser de tu misericordia, provoca en mi vida la vitalidad de tu corazón.

Feliz domingo 
Xabier Alonso
28-04-2019

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. 
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» 
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» 
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» 
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» 
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» 
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» 
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» 
Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!» 
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

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