martes, 27 de octubre de 2015

TU SÍ QUE VALES




Yo me imagino a Jesús, siendo niño o joven, junto a José en el pequeño huerto cerca de su casa, sembrando semillas. Y aquella minúscula semilla de levadura no dejaría de rondarle en la cabeza durante tiempo y tiempo. Cómo algo tan ridículo y pequeño puede llegar a ser un arbusto. Quiero poner al Jesús al lado de su madre María viendo como mezclaba los elementos necesarios para hacer la masa. Una buena harina, un poco de sal, agua, y, aquel pequeño elemento que haría el milagro de que la masa creciese, con paciencia y un buen calor. Lo pequeño que con una fuerza interior crece, crece y crece. Y es que lo que no se aprecia a los ojos orgullosos del hombre que solo se deja deslumbrar por lo grandioso no perciben lo maravilloso, el milagro continuo que nos ofrece la vida cada día.  Y Jesús nos ofrece hoy con dos pequeñas parábolas este milagro dándonos a entender que el Reino de Dios se parece. Y lo vemos, ese Reino, en el huerto, en la cocina, en lo cotidiano. El Reino de Dios está en lo ordinario, en lo que hacemos cada día, en lo que no sale en la portada de los periódicos, o en los titulares del telediario. El Reino de Dios, así con mayúsculas, lo que el Dios eterno y poderosos ha venido preparando por los siglos, lo que desearían ver Abraham, Moisés y los profetas, ese Reino, te lo encuentras cada día en tu "huerto y en tu cocina". Ese Reino está en lo pequeño que somos, pero en lo grande que podemos ser, no por lo que podamos lograr ante el mundo ¿qué más da?, sino lo grande que El nos puede hacer. La fuerza que hace crecer, la sabia interior que da vida a la planta, el calor que hace que la masa logre esponjarse, el Espíritu del Señor que logra que crezcamos cada uno y todos en ser lugar donde el corazón herido del hombre se refugie porque ha descubierto el amor, ha logrado encontrar la seguridad, está dispuesto a dar fruto. Ser pan fresco que provoca ese HUMMM... que pronunciamos al descubrir el sabor de lo bueno, y es que el Reino se gusta, se aprecia en el alimento que nos sustenta. Tanto uno como otro, la semilla y la masa, crecen por la fuerza interior, pero también con los cuidados el hortelano y de la mujer, así crecemos en el Reino si nos dejamos cuidar, abandonando esa prepotencia de que por nosotros mismos lo logramos todo. Es el Señor el que nos ayuda a que no abandonemos, sino que, crezcamos, siendo Reino. Porque para el Señor todos "valemos", no por nuestros méritos, sino por su amor que es más fuerte que la muerte.

Nosa Señora da Franqueira axúdanos a ser semente do Reino, a ser levadura no medio da masa, presencia do amor no medio do mundo.

Feliz día
Javier Alonso
A Franqueira
27-010-15

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