LA POBREZA SE HIZO ESPERANZA
Hoy celebramos la Jornada Mundial de los Pobres. Esta celebración, instituida por el Papa Francisco, es una llamada a la cercanía, el encuentro, la empatía, la escucha, el diálogo, el acompañamiento entre las personas, rompiendo los muros que separan y aíslan las estigmatizaciones provenientes de la marginalidad, las diferencias que nacen de situaciones de pobreza, de los prejuicios que surgen de las distintas procedencias, de las imposiciones que nos hacemos y que son un obstáculo para vivir la fraternidad. La pobreza deja de ser un accidente para ser sustantivo, pero ojo, que no debemos rechazar en nosotros, sino que nos defina más a nosotros mismos y al encuentro con Dios.
El Papa León en su exhortación nos habla de la centralidad del pobre en la tarea pastoral de la Iglesia, pero no solo como un destinatario de servicios y objeto de nuestras preocupaciones, sino como manifestación, rostro, presencia del mismo Cristo al que servimos. Pues el Hijo, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. La pobreza nos sitúa ante la persona con su fragilidad, y Dios se hizo frágil, la pobreza nos cuestiona la vulnerabilidad de la condición humana, y Dios se hizo vulnerable, la situación de pobreza de tantos hermanos y hermanas e provocativa, y el Hijo de Dios reclama nuestra respuesta pues cuando servimos al pobre a él servimos.
El Papa León nos recuerda que la esperanza es un signo de la vivencia del pobre. Su fortaleza, constancia, capacidad de resiliencia, es manifestación de una mirada más allá de las capacidades o posibilidades que le ofrece el mundo. A veces son muchas las dificultades que pone ante la persona la misma sociedad.
Hoy el evangelio nos pone ante un Jesús que tiene una narrativa apocalíptica. Para nosotros no es fácil su comprensión. Es un lenguaje simbólico a través de la descripción de signos naturales (terremotos, desastres) de violencias (guerras y destrucción) de persecuciones por vivir en la verdad, por la fe en Cristo. Y surge una palabra, la confianza en que Dios sostiene todo, que detrás de los signos de los tiempos Dios tiene un mensaje: el cuidado "cuida de vuestros cabellos", que la victoria llega al final "llega vuestra liberación", que la perseverancia es manifestación de la esperanza.
Hoy ponemos en la Eucaristía tres signos: el cacharro con chapapote del Prestige (catástrofes), una mascarilla de la pandemia y una gorra de la guerra de Afganistán (violencias). Todo esto tendrá que pasar, hasta nuestras seguridades más profundas deben ser cuestionadas para que finalmente pongamos nuestra esperanza en Dios.
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