domingo, 19 de febrero de 2023

CAMINANDO HACIA LA PERFECCIÓN


 La presión en que se mueven muchas personas queriendo alcanzar las metas que les exige la sociedad está teniendo consecuencias mentales muy fuertes. Resultaría semejante a unos neumáticos de coche inflados hasta el extremo y que rodasen a gran velocidad por carreteras con baches. Es la sensación que tienen muchos al comprobar como  estamos en una sociedad exigente y que valora el triunfo. Creemos a veces que nuestra relación interior es semejante, olvidando la gratuidad y la llamada interior a la donación. 

Estamos escuchando y meditando a lo largo de estos domingos el sermón del monte. Jesús expone la nueva ley. No es la legislación al estilo de las sociedades, sino la hoja de ruta del nuevo pueblo de Dios, llevando a perfección la ley antigua y las tradiciones que acabaran encerrando el corazón del Buen Padre en un cuarto oscuro inaccesible poniendo en riesgo la salvación de los hombres en los vaivenes de la voluntad volátil de los hombres y golpeada por las caídas egoístas e hipócritas en las que tantas veces sucumbe la condición humana.

Jesús nos llama a hacer nuestra la compasión de Padre. Un corazón compasivo y misericordioso, con nosotros mismos, porque sin sentirse amado, nos alejamos de la belleza de lo que el Creador nos ha dotado. Compasivo con los demás, que no son rivales ni contrarios, menos aún enemigos, sino una llamada a la fraternidad. El perdón, la reconciliación, el amor al dispar a nuestros pensamientos o formas de ver la vida, es la concreción del amor. Porque si no llevamos la vida por caminos del amor asumiendo al rival o al enemigo como una oportunidad para el cambio  no sería más que pretender construir la vida de forma solitaria.

Recordemos lo que nos dice el papa Francisco en Fratelli tutti:  "Pido a Dios «que prepare nuestros corazones al encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura, religión; que unja todo nuestro ser con el aceite de la misericordia que cura las heridas de los errores, de las incomprensiones, de las controversias; la gracia de enviarnos, con humildad y mansedumbre, a los caminos, arriesgados pero fecundos, de la búsqueda de la paz»

No dejemos de amar, como respuesta agradecida a quien nos amó primero, el Señor, y a los hermanos, nacidos de su amor.



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