Lucas nos presenta el camino de Jerusalén que realiza Jesús un seguimiento de fe en la que los discípulos van profundizando a través del discernimiento con que el Maestro les ayuda a decir sí y crecer en fidelidad. Hace tres semanas eran los discípulos los que pedían "auméntanos la fe", el domingo pasado un samaritano concluía su camino de conversión, de adhesión personal alabando a Dios y escuchando de boca de Jesús "tu fe te ha salvado, vete en paz", y hoy, nos muestra uno de los medios para fortalecer esa fe: la oración constante de petición.
No es, ni mucho menos, la intención de Jesús que sus discípulos, o sea, nosotros, creamos en una relación mágica con el Dios de Jesús. El es Padre, bueno y justo, que ama sin medida, que espera con paciencia y acompaña a sus hijos. Y pedir nos ayuda a tomar conciencia de nuestra fragilidad, la condición humana como tal, el destierro de toda posible omnipotencia en nosotros, la descentralización de creernos los mejores y autoreferenciales. Por lo tanto, pedir, nos abre el camino de la humildad, la sencillez y la pobreza que el mismo Dios decidió asumir en su propio Hijo. Y lo divino que muestra el Dios de Jesús es la escucha, la empatía, la adhesión a la causa del hombre y la manifestación del Reino. No olvidemos, que al descentrarnos de nosotros mismos, Jesús nos invita a buscar el Reino y su Justicia, y el resto nos vendrá por añadidura.
Ahora pensemos en qué es lo mejor qu ele podemos pedir a Dios, no pensando en nosotros, sino en todos. Este gesto de pedir nos une a las realidades y condiciones de miseria de tantos hermanos nuestros. A veces decimos ¿de qué me quejo? Pues al pedir sabemos lo que tenemos, no solo materialmente, y si realmente pedimos lo que necesitamos.
Feliz domingo
Xabier Alonso
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