Ahora, estos días intensos, en los que cada parroquia va organizando y disponiendo lo necesario para engalanar las imágenes, repasar las ropas con las que vendrán vestidas y relucientes, recuperando emociones y vivencias, recordando personas y años pasados; ahora, es el momento de hacer silencio, respirar hondo, dar gracias y poner una vez más la mirada en nuestra Madre.
Jesús, nos dice hoy el evangelio, levantó los ojos al cielo y oró. Es una buena lección para nosotros. Levantar la mirada a lo alto y buscar el encuentro con el Padre. Hace unos días, hablando de la oración con una personas le comentaba como ésta es un aspecto de nuestra relación con Dios. Si mi relación quedó atascada en una visión infantil de 1ª comunión, es difícil que, ante las dificultades de la vida, tenga el atrevimiento de preguntarle que espera de mí o que piensa él de todo lo que me pueda estar pasando. Dice Jesús "tratad a los demás como quieras que os traten a vosotros" Pues eso, como es mi trato con el Padre Bueno. Pues lo primero será pedirle a él que nos inunde con el suave aroma del Espíritu para enseñarnos, iluminar la mente y el corazón, desterrar lo que no vale en la relación: adulaciones, chantajes, complacencias... será necesaria la relación de la consciencia de que él, está, a través de su Iglesia, de la comunidad de los creyentes, aquí y ahora, dispuesto al encuentro. Y la oración de Jesús, de la que es maestro, nos dice hoy que lo que pide para nosotros es ser custodiados en el amor y la verdad para vivir en la comunión.
Peregrinar como comunidad parroquial es también tomar conciencia de estar con los demás en Cristo, animados por el Espíritu, camino del Padre. Que María nos guarde en el camino.
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