Hoy quiero comentar dos aspectos que resuenan en los textos de la Palabra en este domingo. El primero es el discernimiento. Característica esencial en nuestro camino de fe personal y comunitario. No se refiere a como tomamos las decisiones más importantes de la vida. Es un aspecto más profundo. La primera lectura, de l libro de los hechos, nos describe la encrucijada en la que se encontraron las primeras comunidades. El anuncio del Evangelio y la conversión de grupos de creyentes que no procedían de la tradición judía creó algunas diferencias. ¿Deberían vivir también, como los judeocristianos, las normas propias de su tradición? Se ponía encima de la mes aun debate sobre la capacidad de la Iglesia de inculturar la fe en otras formas de vida, en aceptar otros comportamientos, compatibles con la fe, pero de tradiciones diferentes como era la cuestión de la alimentación, pues la tradición judía impide comer determinados alimentos, o la señal de la circuncisión. El debate es, nos quedamos en nuestro grupo o nos abrimos al encuentro de los demás, seguimos lo antiguo o ha llegado el momento de distinguirnos de lo que se venía realizando, asimilamos la tradición y la vimos de otra forma o quedamos anquilosados en lo de siempre. Y este discernimiento no se realiza en forma de simple votación, por consenso o buscando lo más efectivo, o lo que repercuta en lo más exitoso y nos garantice un futuro prometedor. No, se hace desde la oración y el ayuno, desde el diálogo fraterno, desde la escucha mutua de la palabra del Espíritu. por eso dice "El Espíritu santo y nosotros hemos decidido". La autoridad y la acción, la vitalidad y el cambio, la reforma y el atrevimiento de dar un paso hacia lo novedoso, la da el Espíritu. Sí, es el sentido de discernimiento en camino, la sinodalidad, el saber avanzar juntos. Y ojo! que nadie ha dicho que fuese fácil, ni que no llevase consecuencias.
Por eso os invito a que pensemos en cómo hacemos nuestro discernimiento. No solo es sopesar los pros y contras, sino, si somos fieles al mandato del Señor, si por lo que apostamos es evangélico o estamos intentando salvaguardar nuestras posturas. Cuantos sufrimientos por decidir superficialmente, sin profundidad evangélica. Cuantos cambios sin considerar el amor, la conversión, la vida que estamos o podemos transmitir. Cuantas puertas cerradas por caprichos y modas pasajeras creyendo que lo que desea de nosotros el Señor es ponerse a la última, estar de moda, o llenar plazas. ¿Acaso no es la conversión del corazón? La vida nueva viene de la gratuidad, del don que nos regala el Señor, la fe, y la tarea que nos encomienda, el Reino. ¿es así como nos decidimos? Las cosas y los tiempos de Dios son lentos, tranquilos, serenos, con duelos intensos, pero vida resucitada que no se muere.
El segundo de los aspectos es la paz. Jesús le dice a sus apóstoles, "la paz os dejo, mi paz os doy". Bien, no nos la da como el mundo. Ahora ya tenemos tarea para esta semana. ¿Cual es la paz que nos da, nos regala Jesús? La batalla que se libra en el hombre de hoy no es el de las bombas, sino la de la verdad, la justicia, la caridad. ¿queremos ganar? Aprende a perder. Mira a Jesús. ¿queremos hacer lo de todos? ¿violencia y luchas fraticidas para decir que tengo razón? o ¿no será que llamamos fuerza a lo que otros dicen razones? ¿queremos ir de vencedores con los criterios del mundo? Entonces ¿que nos distingue tener fe? Mi paz os dejo. Otra muestra de la gratuidad, nos la da, nos la regala. ¿que quieres hacer con el regalo de la paz? ¿tirarlo? Pues adelante, pero después no le llames a tu victoria encarnizada y egocéntrica a que "Dios está conmigo". Recuerda para vencer es necesario aprender a perder, a no ser, a saberse derrotado. ¿quieres ver así a tu hermano o deseas que tenga vida, que sea feliz?.
Feliz domingo
Xabier Alonso
No hay comentarios:
Publicar un comentario