Hoy es día de fiesta, ilusión de niños y mayores, todos a Belén vamos a llevarle nuestros cofres. Con oro, incienso y mirra. Porque en el Niño también nosotros somos de la realeza del Divino, miembros del Reino que inaugura en el palacio de un establo, en el trono de un pesebre. Incienso que embellece la oración de cada día, la que sube hasta el cielo, la que en el Niño Sacerdote Eterno, por todos ya ejercía. Mirra de humanidad, la que el Niño nos enseña, a amar en cada hombre y mujer que por este mundo camina. Oro, incienso y mirra, pero abre el cofre de tu corazón y bien seguro que tendrías un regalo secreto para esta criaturilla. Ese que no quieres, lo que no te gustaría, ese que tanto detestas, es en el que Dios yacía. Es el pesebre de tu alma, en ese rincón perdido, ahí encuentras al Niño, con José y María.
Hoy quiero dedicaros, a los niños y niñas, el canto de la poeta que con versos decía lo que en el corazón de los pequeños la belleza latía. Son de Gloria Fuertes la siempre niña, y con ella os dedico, el amor del alma mía.
Xabier Alonso
Te dejo el enlace por si quieres escuchar el cuento en la voz de Gloria Fuertes
https://www.youtube.com/watch?v=30PYsHB8RlU
EL CAMELLO COJITO
(AUTO DE LOS REYES MAGOS)
«Le quiero —repitió el Niño.»
El camello se pinchó
con un cardo en el camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.
Baltasar fue a… repostar
más allá del quinto pino…
e intranquilo el gran Melchor
consultaba su «Longinos».
—¡No llegamos,
no llegamos,
y el Santo Parto ha venido!
(Son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido.)
El camello cojeando
más medio muerto que vivo
va espeluchando su felpa
entre los troncos de olivos.
Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
—Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.
A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay qué tristeza tan grande
en su belfo y en su tipo!
Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.
Y a las tantas ya del alba
—ya cantaban pajarillos—
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
—No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero —repitió el Niño.
A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos.
Mientras el camello echado
le hace cosquillas al Niño.
Gloria Fuertes
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