martes, 28 de abril de 2020

1º DE MAYO BIEN DISTINTO


A lo largo de estas semanas de confinamiento hemos abierto una ventana a la imaginación. A través de ella se desarrollaron múltiples iniciativas que nos permitieron unir una situación tan difícil de asimilar como es la actual y la "normalidad" a la que estamos desando llegar. Hemos tirado del hilo telefónico y de otros hilos invisibles para conectarnos con la familia y amigos, pasamos de comunicarnos con la voz a la necesidad de vernos las caras y así vernos a los ojos, poder consolar la tristeza y reírnos juntos. Pero también han corrido como una corriente de solidaridad la necesidad de estar cerca de los enfermos, de las familias que se desarman ante la muerte, de buscar palabras y gestos de cariño y consuelo. Hemos dejado entrar en nuestros hogares las historias, que ya no son anónimas, de familias que ven un futuro incierto, de economías domésticas marcadas por la incertidumbre.
Todo esto ha sido necesario para socorrer en la inmediatez de lo que ha sucedido. Ahora una nueva fecha de reivindicaciones se acerca, el 1º de mayo, día del trabajo, y, como no, fiesta de San José Obrero. Hoy hemos conocido los datos, que aún no son los totales, pero que nos sitúan ante el desierto desolador de un nuevo comienzo que se impone en nuestra sociedad. Una destrucción de empleo que no es, como nos puede pasar con las víctimas de la pandemia, una estadística, unos números... son la realidad dura y dolorosa de un mundo que se mueve hacia una nueva transformación. No podemos admitir que una vez más los débiles sean las víctimas, porque realmente la que está teniendo síntomas de debilidad es la sociedad. Esa que, calladamente, admitió como mal menor una economía sumergida, un trabajo precario, una migración como mano de obra barata marcando las diferencias y desigualdades. Una sociedad que se pavonea de ser una sociedad del bienestar y aumenta sus privilegios de un primer mundo insaciable para no ser capaz de saciar los derechos inalienables de muchos. Y entre esos derechos el de un trabajo decente.
Este 1º de mayo no es igual, ya nada es igual y una necesidad imperiosa nos reclama una nueva respuesta. Hace unas semanas le decía a una persona que no es tiempo de atrincherarnos en ideologías sino de descubrir en esta nueva época un cambio humanístico, una nueva humanidad marcada por la compasión y la misericordia. 
Os invito a leer el manifiesto preparado por varias entidades de ámbito eclesial Iglesia por el trabajo decente que nos invita a lanzar un aplauso concienciado en el ámbito laboral.


De la misma forma que somos imaginativos para abrir nuestros balcones, hagámoslo para llenar nuestros corazones. En ellos pongamos el deseo de un nuevo estilo, el de Jesús, de presencia y escucha, de empatía y misericordia. El estilo de tomar de la mano y consolar, de reforzar las capacidades y animar, el estilo de resurrección de dar vida, de rehabilitar e insertar a todos en una sociedad que camine hacia lo que le falta: ser hermanos. En este planeta hay países que en su momento tomaron como lema la libertad, pero se construyó en la desigualdad, otros se cimentaron esa supuesta igualdad, pero a sus ciudadanos les faltaba libertad; pero, ¿dónde la fraternidad?. Pues llega el momento de hacer que las palabras se comuniquen en nuestros gestos y decisiones.
En esta próxima fiesta de San José Obrero recordamos que el mandato de trabajar no es un castigo, es la colaboración en la obra creadora, que la transformación del mundo no es una competición de enriquecimiento, que la familia humana vive en un hogar que nos ha sido regalado y que es nuestra responsabilidad su cuidado, que nos necesitamos unos a otros para crecer, que lo más pequeño se convierte en lo imprescindible. 
Rezo por todos y en estos días pongo mi oración por los trabajadores, por los desempleados, por los migrantes y por los que no tienen nada.
Por todos, mi oración
Para todos nuestro esfuerzo de cada día

Xabier Alonso



















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