La actitud de Jonás no está muy alejada de algunos creyentes, y súper creyentes, celosos de los particularismos de su Iglesia, de que los demás deben creer como consideran y que no se les mueva nada de sitio.
Ufff, parece que estoy hablando en clave. Venga, me animo a explicarme.
Jonás, esto de ser profeta no lo llevaba muy bien. Llamar a creer a los de casa, bueno, pues, es lo más normal. Pero los que eran de otras naciones, no judíos, ajenos a la Alianza de Moisés, como Nínive. Pues, ¡Qué quieres que te diga! Pues que Dios solo está para nosotros, vamos, que esos derechitos al infierno.
Y venga. Dios, que su corazón es tan grande, más incluso que nuestros exclusivismos, y salva y ama a quien quiere, pues que Nínive está llamada a convertirse al amor de Dios. Que también ellos son salvados.
La reacción de los ninivitas no se hizo esperar. El camino de depravación que llevaban se cambia por la penitencia, ceniza, ayunos, hombres y animales, restableciendo la belleza y armonía iniciales.
Y que pensarían los judíos?
Pues que como aceptaremos a estos, que su vida estuvo tan lejos de la verdad.
No se si se va pillando la idea.
Pero a veces me da la espina que somos poco dados a invitar a la fe a los que ya, decimos, damos por perdidos. Sí, esos que piensan tan distinto de lo nuestro, y aquí no me ciño a la ortodoxia recalcitrante, sino, el evangelio, que nos volvemos muy celosos de ser los auténticos intérpretes y cerramos el oído a la llamada a una verdadera conversión.
Yo, que voy conociendo a algunos no creyentes, a veces veo sinceridad en sus búsquedas y deseos de encontrarse con Dios. Que su corazón está deseoso de una fe verdadera que ilumine su vida.
Pero, no es extraño, encontrarme con hombres y mujeres, que llaman fe a unos ritos vacíos, a un cumplimiento rancio, a unas seguridades incuestionables, sean las que sean. Esos que pontifican desde sus tribunas diciendo yo creo a mi manera, Dios es así porque lo digo yo, y tienen la Biblia en casa, bonita, nueva, lo cual denota que no han leído una página. Esos que la Iglesia no son las personas creyentes, sino las ideas preconcebidas y las noticias que acaba por satisfacer sus argumentos. Esos que hablan de solidaridad, se llenan la boca diciendo lo que deben hacer los demás y su caridad es dar una limosna de vez en cuando a un pobre, porque así ya he cumplido y soy buena gente. Podemos lucir medallas y certificados de sacramentos, pero ya estoy colocado en mi sitio ideológico y de aquí no me muevo.
Y si uno que no cree, viene y descubre al Señor, pues ya sabes, que comienza a cuestionar si realmente eso que predicamos es lo que hacemos, o somos charlatanes de mandamientos.
¿Cual es la Buena noticia?
Que no hay corazón que no se doblegue al amor de Dios. Necesitamos buenos profetas, aunque sea como Jonás, que al final también se dio por vencido y supo de la misericordia del Señor.
Feliz día
Javier Alonso
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