Hoy celebramos la Solemnidad de Todos los Santos y Santas. Resuenan en todas las iglesias las bienaventuranzas, programa de vida para todo creyente. Siguen siendo una propuesta a contracorriente, pero es un camino de vida y liberación. Jesús, sentado, con calma, con la serenidad del Buen Pastor que cuida de su rebaño, del legislador que propone la ley del amor.
Bienaventurados, felices, si la libertad pone en su sitio las cosas y están al servicio de la persona y del bien de todos, cuando nuestras seguridades no están en el beneficio de las cosas, posesiones. Felices si reina en nosotros la ternura y la mansedumbre, no es más fuerte el que puede por su orgullo o vanidad, sino el que ama. Felices los que saben llorar en la soledad y escuchar el llanto de los que lloran, que secan lágrimas y consuelan corazones, que escuchan y saben acoger el dolor. Felices los que entienden la justicia más allá de dar a cada uno lo que le corresponde, o declarar el castigo a quien lo merece, buscar la justicia es dar voz a los arrinconados, abrir caminos a los desheredados, dar protagonismo a quien se le niega su palabra. Felices los que saben perdonar y entienden su vida desde la misericordia, saben perdonar porque su vida ha sido sanada del pecado. Felices los que su corazón es un espejo limpio, un corazón nuevo que se renueva en la novedad del amor de Dios, que ama de corazón a Dios y a los demás. Felices los que dejan a un lado las violencias y enemistades y construyen un mundo en la paz y son artesanos de comunión. Felices los que aceptan con paz y serenidad no ser aceptados, ser despreciados por vivir la verdad y la justicia, por ser mensajeros del evangelio.
Ser santos y santas no es para héroes, es para hombres y mujeres que quieren vivir la autenticidad del amor en Cristo, en humildad, dejándose guiar por el Espíritu en camino al Padre.
El manantial de santidad es beber en el corazón de Dios que nos ama. Si tienes sed de amor acude a la fuente que es Dios.
Feliz día.
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