El domingo pasado Jesús estaba en Jericó. El trayecto era de 31 kilómetros, por caminos agostos y peligrosos. Jesús entra en la Ciudad Santa y comienzan los debates por parte de distintos grupos religiosos y sociales. Los sacerdotes, letrados, fariseos, herodianos, saduceos van a preguntar con distintas intencionalidades, algunos para pillarlo en algún renuncio. Debaten sobre la contribución, el divorcio, la resurrección, la autoridad para enseñar. Jesús no se niega a hablar, escucha, pero no deja los encuentros cerrados, abre nuevas preguntas, crea pensamientos, busca fundamentos e interpela. Nosotros, que somos oyentes del siglo XXI nos hace pensar. Dar una respuesta cerrada significa impedir la entrada al diálogo a otros que quieren seguir pensando. Dialogar con los que no piensan como tú es poner la base a al encuentro fraterno y al compartir que no impide descubrir la verdad que nos une.
El letrado del texto de hoy busca lo esencial. Está cansado de los cientos de mandamientos, normas, decretos que llenan la vida de un judío que intente llevar una vida conforme a la voluntad de Dios. Y ahí radica lo esencial ¿que desea Dios que realice en mi vida?¿que espera Dios de mí y en mí? y Jesús va a la fuente: ‘Escucha Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas’. El segundo es este: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento mayor que estos”
Lo primero es abrirse, pues, a la escucha. Siempre somos discípulos, aprendices de la grandeza que procede del corazón de Dios. El es el origen y la meta, de él viene el amor y en El está la vida en amor. Entendido éste como "ágape", la apertura al encuentro con el otro. Y es que Dios, si nos dice que nos abramos a la escucha, es que quiere y desea, dialogar con nosotros, seguir estableciendo espacios de encuentro, diálogo, vínculos de alianza, de pacto, por el que se compromete a darnos lo que es en sí mismo. Abrirse al otro significa la posibilidad de empatía, comprensión, compasión, cordialidad que son acciones de Dios que ama y, por amor, da vida, libera, sana, perdona, rehabilita, da fuerza a lo debilitado. Responder por amor, ágape, a Dios es abrirse al encuentro con el otro, el igual y semejante, con el deseo de establecer esos mismos vínculos de amor que nos invita el mismo Dios. Amar como apertura al otro viene por la grandeza y agradecimiento de saberse, sentirse y reconocer el amor de Dios en ti. No puedes decir que amas a Dios y no amas al hermano. No pueden separarse los dos, van unidos, pues Dios no puede desvincularse de las relaciones humanas, pertenece a ellas y ellas son reflejo y presencia de su amor más pleno y total.
Jesús por amor al Padre se entrega por los hermanos, donando su vida como ofrenda, y, resucitado, envía el Espíritu para que nosotros seamos, en Cristo, donación del amor del Padre a los hermanos.
Feliz domingo
AMÉN; Únenos en tu Amor Padre
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