LUZ DEL MUNDO
A lo largo de esta semana iremos leyendo en la liturgia diaria el capítulo octavo del evangelio de Juan. Lo iniciamos ayer domingo con el precioso relato de la mujer adúltera. Seguimos en el templo de Jerusalén en el marco de las festividades de las tiendas. Los escribas y fariseos quieren socavar la autoridad de Jesús y su palabra, enfrentarlo a la ley y debatir sobre el testimonio que presenta para avalar su autoridad. En el marco de esta fiesta en la cual se encendían unas antorchas que iluminaba la noche Jesús se proclama y declara de sí mismo" yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida"
Aceptar a Jesús, avalado por el testimonio del Padre y por sus obras que son la presencia de la salvación, es ponerse en camino. Esta propuesta nace del mismo deseo Salvador de Dios que envía a su hijo, luz que manifiesta en medio de las tinieblas, palabra encarnada que abre caminos de esperanza. Aceptar a Jesús es acoger la luz de la vida.
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