Esta frase, pronunciada por el Papa Francisco en el libro entrevista Ave María escrito por Marco Pozza, quiero que sea el pórtico de unas breves reflexiones sobre el fallecimiento de nuestro Santo Padre. Su sencillez ha marcado su vida y pontificado, y eso nace de una vivencia espiritual que "como un niño en brazos de su madre" confía y se deja amar. Porque lo fundamental de nuestra fe se forja en el encuentro personal con Cristo que renovamos en el día a día, y haciendo de esta experiencia de amor, de dejarse amar, de ser un pecador perdonado, "misericordiado" pues la identidad de nuestro Padre Dios es su entrañable misericordia. la centralidad de cristo en nuestra vida es la que posibilita reconfigurar nuestro centro, que no es un punto, sino lo poliédrico de la realidad en la que vivimos y que nos permite una mirada abierta y sensible, que ve los límites no como algo lejano, sino como la oportunidad de recuperar la frescura del evangelio que cada día nos impulsa a cruzar a la otra orilla y superar, con Cristo en la barca, el aliento del espíritu y el ancla de la esperanza, reconocer que la seguridad no te la dan los propios proyectos, ni las estrategias, sino la confiada certeza que vives la voluntad del Señor. Para esto necesitamos referentes de fe, y para Francisco no cabe duda que lo fue también María, la Madre.
Estos días he seguido algunos comentarios referentes a la figura del pastor con olor de oveja, que gustaba de callejear, que primereaba la caridad, que abría bien el oído y sabía dar una palabra de esperanza. Esto se construye desde la escucha del Espíritu la oración, un trabajo recio, no se si espartano, pero creo que jesuítico. Pues bien, creo, desde mi humilde opinión que algunos de los que dicen seguir la reforma impulsada por este buen hombre hablan de polarización, de posiciones partidistas, de pérdida de posiciones, incluso con un lenguaje despreciativo. Por otro lado se descubre un silencio respetuoso o un formalismo. Y creo que necesitamos recordar algunas cosas. Pienso que cuando se declara la Iglesia Pueblo de Dios según Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, Francisco nos recuerda que ese Pueblo es sujeto, y todos pertenecemos a el, cada uno en su ministerio, en el servicio que se le encomienda, al servicio de la evangelización, de salir al encuentro de todos, todos, todos, los que están y no, con los que creen y no, con todos, pues cabemos en el corazón de Dios. Y esto no es de un lado o de otro, es del Evangelio, pues no podemos negarle a nadie la oportunidad de conocer al Dios que da plenitud a las aspiraciones de cada persona. Y hoy no es tiempo de juzgar, sino de ponerse el mono de trabajo y construir.
Lo segundo que me gustaría compartir es la palabra pobre que no es un concepto, es la realidad de nuestra propia existencia., porque la vulnerabilidad, la fragilidad en todas sus dimensiones, nos iguala en la pobreza de una existencia limitada, que en algunos lleva a diseñar un proyecto de supervivencia y superioridad con una megaestructura de descarte que rompe la posibilidad de que ya que compartimos una casa común y estamos en el mismo barco, ya que somos hermanos y hermanas igualados en la misma fugacidad, pues seamos capaces de trabajar por el bien común y la paz. La pobreza no es una idea y menos una ideología, es la realidad encarnada de hombres y mujeres que sufren y padecen y a los que necesitamos llevarles la Buena Noticia de la Esperanza. La mirada cercana, la escucha, el gesto harán posible que el migrante y refugiado, el anciano y enfermo, las personas en situación de trata y esclavizadas, los desterrados y desheredados, tengan un hogar, una casa abierta que sana, cura heridas, da hospedaje y libere.
Y por último, sin que esto suponga un final en mi reflexión sino que continuará, quiero hablaros de la relación simbólica del santuario de A Franqueira con Francisco. Primero por ser casa de la Virgen, y desde hace unos años con el Vínculo espiritual con la Basílica papal de Santa María la Mayor de Roma. En ella será sepultado el cuerpo de Francisco. Cuando celebramos el Jubileo del Cincuentenario de la Coronación de la Virgen nos envió una bendición Papal que en fecha de clausura de ese jubileo impartió en nombre del papa nuestro obispo D Luis Quinteiro. Esta bendición sigue presente en el corazón de tantos romeros y peregrinos de este santuario. Lo segundo es con referencia a los pobres la presencia en nuestro santuario de la Cruz de Lampedusa, una pequeña cruz de madera bendecida por Francisco y realizada con los restos del naufragio de migrantes en las costas italianas.
A lo largo de estas semanas iré compartiendo algunas reflexiones y detalles. Finalizo con las palabras del papa en el libro entrevista que os decía al principio: "No somos huérfanos: tenemos una Madre en el cielo, que es la Santa madre de Dios. Porque nos enseña la virtud de la espera, incluso cuando todo parece sin sentido: Ella siempre confía en el misterio de Dios, también cuando Él parece eclipsarse por culpa del mal del mundo. Que, en los momentos de dificultad, María, la Madre que Jesús nos ha regalado a todos nosotros, pueda sostener siempre nuestros pasos, pueda decir siempre a nuestro corazón "¡Levántate!, mira adelante, mira el horizonte", porque Ella es Madre de esperanza" Papa Francisco Ave María, 107. Libreria Editrice vaticana 2018
Gracias Javier por recordarnos que Dios no hace las cosas a nuestra manera, ni elige según nuestros deseos, nos regala en cada momento lo que necesitamos para salir de nuestra comodidad a su encuentro. Rezamos para que el Espíritu sople y renueve la alianza del Amor con todos, todos, todos. Incluidos los pobres-ricos.
ResponderEliminarQué razón tienes Javier. Todos somos pobres. Pobres. Los más pobres, los que se creen que no lo son. Que Dios se apiade de todos nosotros y tenemos la confianza plena de que Francisco ya está con Cristo en el paraíso. Abrazos.
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