jueves, 4 de diciembre de 2014

EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN


Como ciegos en el camino dejémonos iluminar por la luz de la fe.

Este viernes contemplamos la curación de los dos ciegos que imploran a Jesús que puedan ver. "Ten compasión de nosotros, Hijo de David!, gritan. Y es que nosotros, podemos quedarnos comentando junto a otros ciegos lo mal que estamos y crear un ámbito de penas y pesares. ¡Cuantas conversaciones! en nuestra desesperanza, en nuestra ceguera, se convierten en buscar culpables o en estar en una continua tristeza. Pero basta que uno intuya, se vuelva a la palabra del que pasa y tenga la valentía de mostrar una fe, que va más allá del círculo de nuestra "crisis". Atrevámonos a seguir, lancémonos a buscar, arriesguemos para no paralizarnos. Vale la pena.

Pero la actitud de Jesús no es la del mago que se muestra ante todos, sino, la del corazón compasivo que acoge y escucha. Entran en casa con Jesús y El les pregunta ¿Creéis que puedo hacerlo?. Huy, yo, no se si le respondería de forma acertada, porque a veces el orgullo nos ciega tanto. Oh no, si yo me valgo por mí mismo, pero, si me hechas una mano. Así, no, la ceguera se cura desde que reconocemos que solo El puede limpiar nuestros ojos, abrir nuestros horizontes, iluminar con su luz nuestras vidas.
Entrar en casa es entrar en la intimidad del Señor y dejarse acoger por la comunidad que en torno a El se reúne. Ahora, es la comunidad de la Iglesia, la que abre las puertas para acoger a los que a tientas van por el mundo para poder decirle: Señor creo en Ti, sáname.

Tócame Señor, abre mis ojos para que pueda ver, ilumina mi vida con tu luz

Reafirmemos nuestra fe en Jesús que nos ilumina

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
Espera en el Señor, se valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Textos: Isaias 29,17-24; Salmo 26; Mateo 9,27-31

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