La vida está llena de contrariedades. Desde la mañana ponemos la ilusión en una jornada llena de ilusiones y las cosas se tuercen. La contrariedad de sentirte lleno de vitalidad y el diagnóstico dice que estás enfermo. La contrariedad de poner ganas en mejorar las condiciones de vida de tu entorno con un ambiente sano, el deseo de crecer en unidad, en la escucha y el diálogo como medio de encuentro sano y sincero y ves que se cubre una sombra de dificultades que son piedras en el camino. La contrariedad de querer ser fiel a tus compromisos y tomar decisiones valientes y que te encuentres con el éxitos de lo mediocre. La contrariedad de querer gravar en piedra la verdad y que se viva la justicia y que tropieces con que se extiende la mentira como una mancha de aceite y que la justicia queda enterrada en bajo una losa de mármol. La contrariedad de que asumimos los Derechos humanos, la paz y la concordia como ejes de la construcción de un mundo mejor y ver como cada persona se le valora o se le desprecia por su dinero, su título, su color o su procedencia. La contrariedad de que somos conscientes de crisis económica, social y climática y comprobar como las ganancias, el super- desarrollo y el uso discriminado de la casa común es lo más normal.
Contrariedades que está al orden del día y que podemos aumentar en una lista interminable. Pero como todo, es también una llamada a hacer lectura creyente de quienes somos y hacia donde destinamos la vida. La vida no se construye por imposición, o solo por consenso, sino con mirada misericordiosa de la realidad. Esta vida, este mundo, esta existencia es amada por Dios y es esta historia en la que Dios se hace presente y continúa el misterio de salvación. Esta mirada de amor es la que nos ayuda a aceptar con serenidad las contrariedades y poner una palabra profética que de una nueva oportunidad.
Padre nuestro:
En la Madre de Jesús nos has dado
un ejemplo de fidelidad a toda prueba,
a pesar de las contrariedades,
desprecios y humillaciones
que tuvo que padecer.
Danos la fortaleza que Ella tuvo
para soportar la humillación
de su Hijo en la Cruz,
y el desprecio de los soldados y conocidos.
Danos la entereza para estar
como ella al pie de la Cruz,
sobrellevando los desprecios,
contrariedades,
por los que atravesamos todos los días.
Danos esa entereza
para ser fieles a nuestro compromiso
de vida cristiana,
no despreciando a los hermanos
e imitando las actitudes de maría,
la Madre de Jesús
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