Qué ciegos estaban aquellos que veían en la acción poderosa de Jesús el poder del maligno. No reconocían la bondad y la misericordia con la que actuó con aquel hombre que estaba atado por un demonio y que, una vez liberado fue capaz de hablar. Que ciegos al no alegrarse de un hombre sanado de raíz de su mal, al no alegrarse del bien y de la sanación del enfermo.
Bueno, pues no nos pongamos agresivos con aquellos, que nosotros no estamos tan lejos. Pues yo , por lo menos, es más fácil ver las cosas malas en los demás que lo bueno, y eso no viene de Dios. Nos es más fácil ponernos en clave pesimista en nuestras conversaciones que ver un punto de luz en nuestras noches oscuras. Y eso tampoco viene de Dios. No es tan complicado poner duda y sembrar envidias hacia aquellos que hacen el bien, porque cuestionamos diciendo que algún provecho sacarán, o vete a saber si no será tan bueno como parece. Y eso, creo yo, que tampoco viene de Dios. No nos resulta tan difícil tirar piedras y esconder la mano contra los que nos caen mal, aunque sean unos santos. Me parece que eso tampoco viene mucho de Dios.
Si nos acercamos a nuestro interior, con temor, porque no sabemos muy bien lo que nos vamos a encontrar, sorprendentemente descubrimos que las tentaciones y la acción del maligno es muy sutil. Porque sinceramente, ¿qué provecho le saca a tentarme a mí o a tí que no influimos nada en la economía o en la política mundial, ni hacemos las guerras no somo tan malos?. Pues imagínate, para el tentador, cualquier pequeña victoria contra la obra de Dios en nosotros es una gran victoria, porque sabe que nos costará mucho más el levantarnos que el habernos caído. La tentación es tan sutil que no nos deja ver lo bueno que hay en nosotros, y lo que consigue es dividirnos, que es la esencia del mal. El nunca se queda satisfecho, es insaciable, porque el mal se consume a sí mismo y se necesita para crecer, así, busca quien lo ridiculice, quien se crea invencible, que ya está dominado por el orgullo, quien se crezca, porque ya reina el poder, quien se busque a sí mismo, porque ya vive en la vanidad, quien busca su satisfacción, porque ya está en el egoísmo, quien se acomoda en si mismo, porque ya tiene en si la pereza.
Estemos bien atentos y vigilantes, no descuidemos la oración y reconozcamos el poder de Dios en nosotros. Orad, le dice Jesús a sus discípulos, para no caer en tentación.
Los brazos abiertos de Cristo en la Cruz están abrazando a todos en la unidad del amor.
Los brazos abiertos de Cristo en la Cruz están abrazando a todos en la unidad del amor.
(Lucas 11,14-23)
Nosa Señora da Franqueira, Nai da Unidade, axúdanos a sermos comuñón en Cristo cos irmáns.
Feliz día
Javier Alonso
A Franqueira
12-03-15
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