El pasaje del Evangelio nos muestra a Jesús rodeado de gente, la muchedumbre lo apretuja. El Papa Francisco, comentando este texto dice:
Jesús buscaba a la gente. Y la gente le buscaba a Él: la gente tenía los ojos fijos sobre Él y Él tenía los ojos fijos sobre la gente.
Pero la multitud no es para Jesús una masa anónima. Él individualiza, fija la mirada en cada persona, en sus problemas y esperanzas.
La fe cura y salva
La fe de Jairo, que de manera pública le ruega por su hija, y la fe de la mujer que padece hemorragias, que a escondidas se acerca a Jesús pensando: “con solo tocarle el manto curaré”, son el requisito para sanar a la mujer y revivir a la niña. La fe en Cristo es fuente de vida.
El obispo hace las veces de Cristo y actúa en su nombre (CCE 1558)
Como Cristo, el obispo está en medio de su pueblo; es el buen pastor que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas.
Para eso, a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos (EG 31).
La Iglesia cura y salva por medio de los sacramentos, que son -así lo dice el Catecismo inspirándose en el Evangelio de hoy- «como ‘fuerzas que brotan’ del Cuerpo de Cristo» (CCE 1116).
El obispo:
en cuanto principal dispensador de los misterios divinos, se dedique continuamente a desarrollar en la grey la vida de la gracia mediante la celebración de los sacramentos (ApS 143).
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