Mateo 8,5-11
Pongo en mis labios las palabras del centurión "Señor, no soy digno de que entres en mi casa. Basta que lo digas de palabra".
Esta frase me invita a dos cosas:
La primera a ver mi indignidad no en mi condición de hijo, sino en mi actitud al Señor. Es el pecado el que cierra las puertas de nuestro hogar para que entre el Señor. Pero es el quien tiene deseos sinceros de entrar en nuestra vida, compartir el día a día con nosotros. Así, pues, Señor, eres tú quien puede preparar nuestro corazón. Sabiendo que el viene a visitarnos abrimos las ventanas, dejamos entrar el aire fresco, ponemos todo en orden, y esta es una de las dimensiones del adviento, colocar cada cosa en su sitio.
La segunda es el poder de la palabra. Una sola palabra es la que puede dar vida, sanar, rehabilitar. Es la fuerza de la palabra del Señor. Es pues esperar tu deseo de que nuestra vida sea sanada de lo que impide vivir en él. Una palabra, es la Palabra que se encarna en el seno de María, la Palabra que se encarna, que toma carne. Por la palabra la Salvación, la salud, se hace activa.
Nosa Señora da Franqueira axúdanos a ter a nosa casa, o noso corazón ben disposto para recibir ao Señor.
Feliz día
Xabier Alonso
A Franqueira
28-11-16
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