Celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.
María peregrina con nosotros encabezando a un pueblo que espera.
Ella es signo de la esperanza dinámica, abierta, en disposición y entrega.
Hoy contemplamos su limpieza de corazón, su pulcritud integral,
sin mácula, sin caída en la tristeza del vacío de quien ha perdido el rumbo.
María es la mujer de la escucha y de la contemplación,
la mujer que guarda en su corazón y custodia la historia de la acción y la presencia de Dios.
María es la mujer creyente que se dispone a profundizar en el sentido de la vida
desde la disposición y el plan de Dios.
María es la mujer de la entereza y la fuerza
que sostiene a los que sufren en el misterio de la cruz.
María es la mujer del silencio que no cesa de esperar la vida,
que confía plenamente en las promesas de Dios.
María es la mujer atenta a las necesidades de sus hijos,
que sale a entregar consuelo y esperanza,
que se une en la plegaria con los hermanos y hermanas.
Hoy celebramos a María,
la de los ojos que brillan como cristal
que trasluce el corazón de Dios y que llora de alegría en la alabanza.
María es la mujer, creyente, madre y fuente de gracias.
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