martes, 3 de diciembre de 2024

QUIERO SENCILLEZ Y NO ORGULLO


Nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Lucas)

Jesús, haciéndose uno con nosotros, acogido en la sencillez de una joven nazarena, nacido en la miseria, es la revelación de Dios Padre-Madre. Necesitamos convertirnos a lo sencillo, el valor de lo pequeño, de la debilidad y la fragilidad como posibilidad de camino de encuentro con Dios.

Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor,
como las aguas colman el mar. (Isaías)






lunes, 2 de diciembre de 2024

JESUS VIENE A SANAR (SALVAR)

 


No soy digno de que entres en mi casa.

El centurión cree desde la admiración de ser escuchado, acogido, que su súplica encuentra la luz de una respuesta en la persona de Jesús. 

El centurión es la condición humana que se encuentra con Jesús en el camino, entrando en la ciudad, haciéndose presente en la ciudad del mundo.

Un criado con parálisis y sufriendo. ¿No hay solución? ¿solo consuelo? La propuesta de Jesús es la sanación. El centurión solo presenta su caso, Jesús propone lo imposible.

Todos somos llamados a descubrir este camino de encuentro que revela la salvación en medio del sufrimiento del hombre

Ven, caminemos a la luz del Señor (Isaias)


domingo, 1 de diciembre de 2024

ESPERAR EN EL CAMINO

 


Comenzamos el adviento. Celebramos estos cuatro domingos de preparación para la Navidad. Un tiempo que nos invita a:

1.- Hacer una lectura de la historia como proyecto de Dios para salvar a toda persona humana y a toda la creación marcada por el fracaso del pecado.

2.- Acoger la llamada a recomenzar el camino de la fe poniendo nuestra mirada en la plenitud de la historia en la que todo será glorificado

3.- Estar atentos a los signos de la intervención de Dios que siembra un futuro en esperanza que anuncia la llegada del Reino

4.- Desterrar lo que nos impide peregrinar con verdadera alegría

5.- Orar, velar, serenarse, escuchar, esperar, estar dispuestos, buscar la verdad y la bondad, aspirar a los bienes eternos, confiar en la justicia, amar y dejarse amar.

No es fácil hablar de esperanza en un tiempo de desaliento, de búsqueda individualista del "sálvese quien pueda"  dejando pasar de largo las oportunidades para que Dios vea cumplida la esperanza de su Reino. Esperanza, esa pequeña niña llevada de la mano de la fe y la caridad, como decía Peguy, está en silencio, escondida, pasa desapercibida, no busca el éxito sino que se anima en la constancia y espera pacientemente. Esa esperanza que activa deseos verdaderos, no ingenuas aspiraciones de optimismo facilón, ni ensoñaciones que llevan a la derrota a un ejército en minoría, deseos de una paz que pacifica el corazón; de justicia que busca el bien de los débiles; de la verdad que nos sitúa ante la condición frágil del hombre. Esperar no es situarse en la comodidad, sino que renueva de día en día el ser más genuino de la condición humana, sin esperanza hasta el más pequeño detalle se convierte en un drama, con la esperanza, hasta puedes ver a los ojos de la muerte y ver su derrota. 

Hoy encendemos una vela, la primera, de la corona de adviento. Una llamada: estad atentos, vigilad, llegan los días de la libertad. ¿Sabes de tu esclavitud? Pues clama por la libertad. ¿Ves la esclavitud de los hermanos, de estructuras sociales de un planeta que muere?

No digas que no sabes de esclavitud, porque el éxito del que somete es convencerte que eres libre. 

Esperamos tu llegada, ven Cristo libertador. Y mientras, caminamos.