domingo, 3 de marzo de 2024

ADORADORES Y NO VENDIDOS


 En el camino cuaresmal que estamos realizando, seguimos contemplando las alianzas y vínculos que Dios establece con su pueblo. Hemos visto la alianza con Noé, el domingo pasado como Abrahán y el de hoy nos pone en pleno camino de liberación la entrega de los mandamientos a Moisés. Es un camino de relación que nace de la respuesta al amor liberador de Dios. Recordemos cuando dice en ese camino del desierto yo soy tu Dios hito eres mi pueblo. El decálogo establece, con el objetivo de dar la vida a ese pueblo, el crecimiento en las relaciones con Dios, con los demás y con la casa común en la que habitamos (las cosas). El agradecimiento del pueblo que confía en el amor de Dios es el de dejarse guiar y conducir, cuidar y fortalecer.

Pero continuamente el pueblo de Dios necesita ser purificado de su relación y respuesta a Dios. Cuando Jesús entra en el templo de Jerusalén y expulsarlos mercaderes es un signo de purificación, una acción profética en aquel mismo Jesús establecer los criterios en los que se recupera la esencia de esa relación con Dios. Ya no serán necesarios los sacrificios de animales, el rito o viejo y antiguo ha cesado se establece una nueva relación que aparece significado en el que será el cordero pascual que quita el pecado del mundo. La destrucción del templo y su reconstrucción en tres días es una invitación a a dejar que el Señor entre en el templo de nuestra vida, en nuestro corazón, en nuestras relaciones familiares, laborales, sociales. Jesús entra con el deseo de iluminar y dar vida, pero muchas veces encuentra que templo Santo de Dios que su pueblo, que somos cada uno de nosotros, que es este mundo que él ha salvado y salva, se convierte en un negocio enmascarado detrás muchas veces de una falsa calidad, o de humanismo que deja al hombre relegado a la esclavitud, no solo física, económica o social sino también en una esclavitud en el que se vulnera la conciencia y la dignidad del hombre.

Hoy el Señor entra con la cruz, signo del amor, escándalo y necedad para muchos y lo hace con el deseo de que podamos ser liberados de la comercialización de nuestra propia realidad.


Señor, comerciamos con nuestra libertad y la vendemos al bajo precio de querernos autosuficientes y capacitados para lograrlo todo. Vendemos nuestra capacidad de poder ser generosos y lo cambiamos por la satisfacción de tener cosas. Vendemos la verdad y elevamos al pedestal de la adoración la mentira. Vendemos la justicia y nos rendimos en la victoria que somete a los más débiles. Vendemos nuestra limpieza de corazón y es al famoso el placer. Vendemos el encuentro entrañable con Dios y nos doblamos ante ritualismos vacíos. Vendemos nuestra oración y ponemos nuestros monólogos. Vendemos el proyecto de ser comunidad y situamos el ídolo del individualismo. Vendemos la paz y la armonía y adoramos la violencia y la guerra. Vendemos la caridad y adoramos un progreso desordenado.


Es el Señor quien entra en el templo de tu corazón y lo llama a ser purificado por el amor de la cruz, lo revuelve todo y nos invita a dejarse amar. Es el culto en espíritu y en verdad, el se une en ofrenda por el Hijo en el Espíritu Santo.


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