Queridos todos. A lo largo de estas semanas hemos podido contemplar como Dios nos da muestras de su inmenso deseo de vincularse de una forma más radical a la condición humana. El origen del hombre está en Dios, la persona humana es imagen y semejanza de aquel quien es fuente de todo amor. Desde la pedagogía de Dios quiera ido mostrando a lo largo de la historia de la salvación esos deseos de relación y lo establece significativamente en el pueblo de Israel.
Hagamos un pequeño repaso de esas alianzas que hemos contemplado lo largo de esta cuaresma. Después del acontecimiento del diluvio Dios pacta con nueve y establecer el signo del arcoíris con la promesa de una nueva creación. En monte Moriah la promesa de Dios a Abrahán en el acto sacrificial establece un pueblo que surge en la fragilidad y la imposibilidad de futuro. En el monte Sinaí, con Moisés, a través de las tablas de piedra de los mandamientos, Dios culminar su acto liberador configurando un pueblo gobernado por la ley del amor a pesar de ser un pueblo de durar cerviz y que muchas ocasiones sufre y cae en la tentación. El domingo pasado teníamos la oportunidad de confirmar esa promesa de Dios en un nuevo templo que resurge de las cenizas de la devastación y que as signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
Pero la locura de amor de Dios no tiene límites. Y la expresión de penetrar lo más profundo de la condición humana lo encontramos hoy en la profecía de Jeremías. La declaración de amor que se hace una promesa de eternidad: “yo seré su Dios y ellos eran mi pueblo” significado en un corazón en el que se inscribe esta alianza de amor.
Una nueva humanidad, un pueblo, una nueva ley, un nuevo templo, un nuevo corazón es el acercamiento de Dios aquella aceptemos en esa radical entrega que hace por nosotros y que nos vincula definitivamente a través del sello de la cruz.
Dentro de pocos días tendremos la oportunidad de escuchar de Jesús “este es el cáliz de la nueva alianza”, “os doy un mandato nuevo” y en el amanecer de un nuevo día seremos llamados a ser en Él signo de la presencia de una nueva vida.
Igual que aquellos griegos le pedían a Felipe que quieren ver a Jesús (Juan 12,20) hoy también muchas personas se encuentren en situación de búsqueda. Querer verlo. Ahí está la clave de una actitud. Abrirse a un encuentro. Y Jesús nos muestra un camino en el que se hace ofrenda entregando su vida por todos. Es labor de todo cristiano el camino del encuentro con Jesús. Cada uno tenemos la oportunidad de poder estar con él, escucharle, sentirle, dejarnos interpela, aceptable como buena noticia en nuestro corazón. Ya sabe el Señor cómo debe interactuar con cada uno, cuál es el momento en el que debe y está preparado para aceptarle, no seamos obstáculo para el encuentro de tantas personas que quieren conocer a Jesús llamándoles de razonamientos y palabrerías, o legalismos y costumbres, normas o imposiciones. Es el momento en el que anunciar el evangelio es abrir caminos para el encuentro. Abrir nuestro corazón transformado y renovado en la alianza de amor.
Por última recordados que hoy celebramos el día del seminario. Recemos por las vocaciones y pidamos al Señor que ayudemos a los jóvenes a escuchar la llamada del Señor
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