Esta tarde, como aquella última Cena del Señor, un grupo de discípulos se pondrán alrededor de la mesa. Fuera del Cenáculo un bullicio de gentes iban de un lado para otro. Preocupados por los detalles de la Pascua. Gentes que llenaban, como cada año, la ciudad santa de Jerusalén. Una cena con sus amigos, los apóstoles, posiblemente las mujeres, y también María, su madre. Una cena especial, con las bendiciones al Dios liberador que llama a su pueblo a salir de la esclavitud a una tierra nueva. Una cena con un mensaje, presencia y caridad.
Esta tarde, también nosotros nos reunimos, hacemos memorial, el latir del corazón de Dios que nos hace sentir su presencia, que nos sumerge en un océano de silencio sereno y lleno de paz. Unos signos, pan y vino. Una acción, lavar los pies. una palabra, estoy con vosotros. Una mirada, la del amor.
Esta tarde, nos llena de vida. Nos transforma dejando atrás miradas celosas y egoístas, actitudes cerradas, para hacernos partícipes de su vida. Comunión de amor. Ya no hay cabida al temor, el pastor entrega su vida por las ovejas. El Sumo Sacerdote realiza la ofrenda al Padre, remedia lo que el pecado ha destrozado. La Misericordia de Dios no tiene fin.
"Amaos, como yo os he amado" Un mandato nuevo, un reto al día a día, configurarnos en Cristo para nacer al amor. Esta tarde nos reunimos para dejarnos amar.
Esta tarde, mientras el bullicio de las gentes van y vienen para descansar, comprar o divertirse, nosotros, una familia de discípulos nos reunimos en torno a una mesa y comemos el pan de la vida, y dejamos que nuestro corazón se llene de su amor. Con Jesús queremos decir "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad, vengo a renovar ante tu altar mi fidelidad"
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