Después de haber predicado las parábolas del Reino, el evangelista hace un inciso y nos relata el martirio de Juan Bautista. Un duro golpe cuando se lo dicen a Jesús. La relación entre los dos es, no solo por los vínculos de familia, sino por la misión profética de Juan y como el precursor que preparar la llegada de Jesús. Los dos son conscientes de su misión.
Jesús necesita asumir lo que ha pasado. Juan es degollado en la cárcel por mandato del rey. Sus discípulos lo han enterrado. Y ahora?. Jesús busca un lugar apartado para hacer duelo. Busca el silencio. Un ser querido desaparece, sin él poder estar a su lado, ni despedir su cadáver, ni orar ante su tumba. ¿Verdad que nos suena esto? Pues sí. Jesús intenta hacer duelo en silencio y soledad.
Pero se encuentra con la muchedumbre, hambrienta de consuelo, necesitada de salud, sedienta de amor. Y en su interior, aunque pese el dolor del amigo muerto, puede más la pasión por el evangelio. Sana, derrama la salud a raudales sobre los que padecen
Pero queda culminar todo esto con la comida de comunión, el banquete de la Alianza. Porque Dios todo lo ofrece desde la gratuidad, en la que invita a compartir lo que tenemos, y sentarnos a vernos cara a cara con los hermanos. Banquete de comunión que desborda, sobrando, llenando de alegría el corazón del que sufre, cambiando el pesar por la esperanza. Y Jesús, lejos de proyectar hacia los que sufren su dolor, lo convierte en fuerza para llevarles a cada uno el amor que necesitan de Dios.
Dadles vosotros de comer es un mandato. Es la llamada al compartir.
Xabier Alonso
Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra del Señor
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