jueves, 6 de agosto de 2020

LEVANTAOS, NO TEMÁIS


Jesús deja descubrir el resplandor de la luz de su divinidad. No es exclusivo. Junto a él la Torá, Moisés, la palabra de la ley liberadora de Dios que ahora es Jesús, el nuevo mandato. Al otro lado Elías, la palabra profética, el que en medio de la devastación se mantiene fiel, anuncia la victoria del Señor. Jesús, Moisés y Elías. Les une una montaña. Los tres tienen su historia con montañas y soledad. Moisés en el Sinaí, Elías en el Horeb y Jesús pasa, igual que ellos, 40 días en silencio y soledad en la montaña. Moisés haba cara a cara con Dios como un amigo, Elías escucha la presencia de Dios en la bisa suave y en el susurro del viento. Jesús, es ahora, rostro amable del Padre, brisa alentadora en el silencio, resplandor de vida en medio de las tinieblas. Y a los pies, Pedro,Santiago y Juan. A los pies, nosotros, dejándonos inundar de su luz.

Hoy Jesús nos toma de la mano y nos dice "Lavantaos, no temáis"
No tengas miedo, yo estoy contigo

Señor, disipa nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestros temores a tomar la cruz
Señor, transfigúranos por la gracia de tu amor

Xabier Alonso

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,1-9):

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.»
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»




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