domingo, 26 de junio de 2022

NO PODEMOS PASAR DE LARGO

 


Si ahora coges un medio de transporta cualquiera, antes de que se acabe el día estarías en la frontera sur de España. Posiblemente, sin más que un visado, podrías cruzarla, ir tranquilamente por Marruecos y visitar sus lugares llenos de encanto y que son el atractivo turístico de una gran mayoría de los que allí viajan. Me imagino, como es normal, que después de tantos años, cruzando el ría Miño, yendo con toda normalidad a hacer una compra al super de frontera, o al mercadillo de una población portuguesa cualquiera, o haciendo una excursión o una peregrinación a Fátima, ya no te planteas que estás en el extranjero, que no eres ciudadano portugués y que no tienen exactamente la misma legislación. Cuando viajamos a Lourdes, Roma, o Tierra Santa, lo hacemos dentro de unas medidas de seguridad y en atención a las normas de cada país. Si lo haces a América. Pero hay personas que no pueden desenvolverse con la más mínima libertad. No tienen los mismos derechos, ni siquiera de poder manifestar su situación y dar la oportunidad de intentar por lo menos sobrevivir en mundo tan desigual.

Estos días vemos como en la frontera sur se ha dado muerte a personas que buscan solucionar sus vidas y están hartos de sufrir, de que no se les tenga en cuenta, que se les ignore, que se les considere un problema, que se les desprecie y que, sabiendo que ellos no son los culpables de ser pobres, que se les aprovechan de todo, que se les esclavice, aún más les digamos que nos invaden, que son violentos, peligrosos. Y la solución, responderles con violencia, con agresividad, con muerte. El silencio, el pasar de largo, el considerarlo un episodio más sin importancia, es la solución que nos venden. 

Hoy no puedo resistirme a revelarme contra mí mismo ante esta situación. Yo también soy cómplice con mi silencio, con mis pensamientos egoístas que se preocupan de sus cositas del hartazgo y la satisfacción. Dejadme que os comparta lo que ha escrito Mons. Agrelo en su muro, él bien sabe y conoce todo lo que allí sucede, de su crueldad y dureza. Hace unos días nos habló de esto en la Semana de la Caridad y se nos helaba la sangre al escucharlo. Nuestro corazón no puede estar tan endurecido como para callar ante esto, como para vivir sin ponernos ante el Señor y pedir perdón.

Dice así Monseñor Agrelo:

No preguntes cuántos son los que murieron, tampoco cuántos han sido los heridos. “Centenares”, dicen. Cien arriba, cien abajo, ¿a quién importa?

No preguntes cómo murieron. No preguntes si esas muertes fueron evitables. No preguntes por responsabilidades en ese crimen contra unos jóvenes africanos sin derechos y sin pan. 

No preguntes.

La culpa es de los muertos. Los violentos son los muertos. Los responsables son los muertos. Las autoridades de los pueblos sólo pueden felicitarse de haber conseguido que los violentos estén muertos, que los sin derechos estén muertos, que los sin pan estén muertos. 

Y se felicitan, y se aplauden, y se animan a continuar matando a jóvenes africanos sin derechos y sin pan.

Y el periodismo calla: no denuncia; ni siquiera informa. 

Y la conciencia calla: como si Alá bendijese a quienes matan pobres; como si a Dios no importasen los pobres que asesinamos; como si los dueños del poder que nos oprime fuesen también los dueños de nuestros derechos, de nuestro pan, de nuestras vidas. 

Yo no puedo decir que los responsables de esas muertes son los Gobiernos de España y Marruecos; yo no puedo decir que los Gobiernos de España y Marruecos tienen las manos manchadas de sangre; yo no puedo decir que los Gobiernos de España y Marruecos llenan de víctimas un frío, cruel, prolongado e inicuo corredor de la muerte. No lo puedo decir, pero lo puedo pensar, y es lo que pienso. 

Adoradores del dinero a un lado y otro de la frontera. Adoradores del poder a un lado y otro de la frontera. Adoradores de la mentira a un lado y otro de la frontera. Violadores de pobres a un lado y otro de la frontera. Herodes y Pilato se han puesto de acuerdo para matar a Jesús. A un lado y otro de la frontera Herodes y Pilato se han puesto de acuerdo para matar a ese “Dios para Dios”, que son los pobres.

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