jueves, 24 de diciembre de 2020

NOCHEBUENA


Y todo sucedió sin excesos ni gritos estentóreos. El silencio de la noche fue testigo. La luna como lumbrera, las estrellas como color. Rostros cercanos, ojos abiertos y revuelo de corazones que palpitan  sin cesar. Y los animales resguardados, porque presiente que la vida se hace presente en la fragilidad. Y Dios espera, el Padre se goza en saber que lo nuevo ha comenzado, y es que pone a prueba su amor y lo hace sin esperar nada a cambio. ¿Qué garantías tiene Dios? Una madre y un padre, fuera de lugar, solos y sin familia, alejados de toda comodidad, sin nada más que lo dispuesto en su intuición de primerizos. ¿Qué pesa más? El gozo del niño que nace. Desde aquella noche, la gruta, es establo, deja de ser un signo de inmundicia y suciedad para convertirse en ternura y cariño maternal. Desde aquella noche el pesebre es signo del lugar donde se reposa Dios, donde la humanidad se postra y recibe el alimento. Desde aquella noche los pastores son ofrenda y canto, carreras con sonrisas y corazones adoradores. Desde aquella noche las puertas cerradas no tienen vida, porque ha pasado Dios pidiendo hospedaje y ha pesado más cumplir las leyes de pureza y no la misericordia.

Dios no está arriba, está abajo, pegado al suelo. Si quieres encontrarte con él, ahora, pon tu rodilla en suelo, abájate, rebájate y siente el respirar sereno y el olor a miel. Adéntrate en su misterio y en tu misterio, en la gruta de tu alama y en el silencio. ¿A qué huele tu corazón y tu carne? ¿Qué sientes en tu respirar? Mira que no estás solo, en el pesebre Dios está, y contigo adorando pastores, pobres y vagabundos de la paz. No eres muy distinto, seguro que junto a ti buscan la fuente de amor y bienaventuranza. 

Esta noche te digo que es noche de claridad, nochebuena de amor, de alegría y de paz.

Te deseo lo mejor, rezo por ti y por ser todos en el mundo fraternidad.

Feliz Navidad

Xabier Alonso

24-12-2020


Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 1-14

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.

Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.

También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.

De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo:

«No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»

De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:

«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

No hay comentarios:

Publicar un comentario