lunes, 2 de noviembre de 2020

CONMEMORACIÓN. DIA DE DIFUNTOS

 


Hoy damos un paso más en este mes de noviembre. Si ayer, y este año prolongamos durante todo el mes como nos invita la Penitenciaría Apostólica, ponemos nuestra esperanza en la peregrinación hasta la plenitud del amor, hoy nuestra plegaria se hace memorial agradecido, confiado y suplicante por nuestros fieles difuntos. La palabra difunto significa en su origen el que ha finalizado una tarea, el que ha pagado una deuda. En galego ten unha significado aínda máis orixinal cando dicimos finado, aquel que rematou, que chegou á fin.

Por lo tanto no estamos conmemorando un acontecimiento abstracto, ni ponemos nuestra oración ante una idea o un concepto. No. Hablamos de conmemorar, traer desde la memoria y actualizar en el Misterio Pascual de la Resurrección, a personas concretas, con su peregrinación, sus pensamientos, palabras, obras y omisiones. No hacemos un juicio sobre sus vidas, ni es un homenaje, sino la proclamación de que en Cristo todo tiene un sentido pleno.

Hoy no hablamos de muerte, porque incluso en nuestro lenguaje tratamos el destino final de nuestra vida terrena de forma ambigua. Así como es un verdadero drama y supone un ejercicio de duelo muchas veces prolongado, o que se convierte en un cambio radical en nuestras vidas enfrentarnos a ella, o que ha supuesto un antes y un después haber pasado por el trance de casi morirse; podemos convertirla en expresión cotidiana "me muero de la risa", "me has dado un susto de muerte", "esta comida está de muerte", "me muero de amor", "me matas hijo mío" y otras tanta que usamos. No es que sepamos y reconozcamos que nos morimos, sino el cómo. A lo largo de la historia el hombre se ha enfrentado al misterio de la muerte, pero también la ha usado como arma de victoria sobre el enemigo. La historia se ha escrito sobre campos de batalla sembradas por muertos e inocentes que son sepultados en el silencio. Lo hemos vivido en nuestro país, durante décadas la banda terrorista ETA puso encima de la mesa los muertos por unas ideas, pero la condena a muerte de Miguel Angel Blanco supuso un cambio en las conciencias de los ciudadanos. No son los números, sino como nos afecta a cada uno y lo que supone en a construcción del bien común de la sociedad.

Estos meses están siendo un duro golpe a la conciencia colectiva. La enfermedad y la muerte, no solo por la COVID19, sino por todas las patologías que llenan los servicios sanitarios: enfermos que ven sus diagnósticos parados y sus tratamientos en espera, operaciones retrasadas, consultas a distancia, situaciones que conducen a cuadros depresivos... que nos han puesto en una espiral de miedos y fragilidades. Violencias interiores que se manifiestan en discusiones en búsqueda de culpables, vértigo a creer que se termina el tiempo y aún quedan muchas cosas por hacer, la sensación de haber gastado la vida en esfuerzos inútiles que no llevan a nada. 

Y ponemos la mirada a nuestro alrededor y ¿ qué vemos? a los que nos aman, a los que se preocupan por nosotros, a los que nos consuelan, a los que nos escuchan aunque ni estén de acuerdo ni nos entiendan, a los que nos animan, a los que nos ven a los ojos y bucean en el corazón, a los que nos abrazan y lloran, a los que se ríen de nuestros chistes malos, a los que levantan la vista y señalan con el dedo la cumbre a la que debemos escalar.

Hoy te propongo, que te sientas en comunidad de esperanza, que no te sientas solo, y que la fe nos une en una peregrinación de vida.

Feliz día

Xabier Alonso

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