martes, 21 de julio de 2020

NO TENGAS MIEDO

Y Dios dijo.
Sí, porque su palabra es espada de doble filo, su voz dulce como la miel y su gusto permanece. El sabor, sabiendo a Dios, que da vida y alimenta. 
Y dijo, Hágase. Y la luz, la tierra, el calor del sol y las tinieblas. El hágase de poner en orden y colocar cada cosa en su sitio y de saber que cada criatura está llamada a aceptar lo imprevisible, lo inesperable.
Y María dijo, Hágase. Y se hizo Dios criatura, y se colocó en su sitio. Se hizo pequeñez, se hizo último.
Y Jesús dijo, Hágase. Y se hizo silencio, y el huerto de los olivos escuchó el silencio de Dios, el consuelo de una copa amarga.

Y dijo Dios, libertad. Y los gritos de los esclavos se hicieron cantos de victoria. Y se separaron las aguas y el desierto se hizo duro. Libertad es asumir riesgos, responsabilidad en la travesía de la esperanza.
Y dijo Jesús, yo soy. Y el látigo golpeó con dureza, y la cruz fue pesada, la heridas profundas, la lanza abrió un manantial. Y Jesús dijo, yo soy libertad, y tú hijo mío eres libre. Y Dios se hizo esclavo. Y Dios durmió en un sepulcro.

Y el aliento de Dios susurró, amor. La piedra ya no era pesada. Una rendija de luz, un nuevo amanecer. 
Y dijo Cristo, soy yo, no temáis. Y mostró las llagas. Yo, incrédulo, meto el dedo, siento la fuerza de la sangre, el latido del amor. Y veo mis llagas. Hoy, Señor, sana.
Y la luz penetró por la rendija de un puerta cerrada por temor. El viento penetró. Una mirada al centro, ya no soy yo, es el Señor quien vive, vive en mí y yo en Él.
La fuente no cesa de dar vida.
Dijo Dios, hágase. Y la vida nació. 
No tengas miedo, contigo yo estoy.

Xabier Alonso

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