San
Telmo, nace en la castellana Villa de Frómista (Palencia) el año 1184 y recibió
el Sacramento del Bautismo con el nombre de Pedro. Aunque su infancia la pasa
en su villa natal, pronto su tío Arderico, obispo de Palencia lo matricula en
la Escuela Catedralicia. Mientras allí estudia se va autoanalizando y nota que
Dios le llama al sacerdocio. El obispo Arderico, su tío, le administra el
Sacramento del Orden Sacerdotal. Y al poco tiempo, le nombre canónigo de la
Catedral de Palencia. No pasa un año y el Papa Honorio III le nombra Deán de
Palencia. Este nombramiento seria el detonante que cambiaria la vida de San
Telmo. A raíz de este nombramiento, sus compañeros y amigos deciden rendirle un
ostentoso homenaje en la Ciudad. El día de Navidad organizan un lujoso desfile
de jinetes montados sobre caballos al frente de los cuales figuraba Pedro, el
Deán, por las principales calles y plazas de Palencia. Los palentinos situados
a lo largo del recorrido esperaban al Deán para aplaudirle y felicitarle. En
pleno desfile, ante un numeroso público, en un arranque de soberbia y para
lucir su pericia, solo para lucirla, el Deán pica espuelas a su caballo. Y de
repente el caballo sufre un resbalón, arrojando al suelo a Pedro González Telmo
que cae en un lodoso barrizal. ¡ El y sus ropas prelaticias de gala embarradas
en un lodazal !. Al levantarse comprueba el enorme engaño de su soberbia
personal. ¡En vez de aplausos esperados, resuenan las fuertes carcajadas de
ironía, de burla y de sarcasmo del público que antes le halagaba!. Como
sacerdote, agradece a Dios la humillación sufrida. Y como universitario,
razona, hace deducciones. Transcurría el año 1220 cuando renuncia a su alto
cargo de Deán y a todas las ventajas de su prebenda. Y se acerca al convento de
Dominicos situado en las cercanías de Palencia, que todavía estaba en obras y
que tiene el nombre de convento de San Pablo. Allí San Telmo pide con humildad
el ingreso, como novicio, en el convento de los Dominicos de Palencia. Allí
hace a Dios sus tres promesas perpetuas, Obediencia total a sus superiores,
Castidad total y la de pobreza radicalmente total
Inicia su vida pastoral en los pueblos alejados de la capital de
Palencia. Durante más de un año fue misionero en el mundo rural palentino. Terminada su labor en
dicha tierras recorrió a pie otras muchas poblaciones de Aragón, Navarra,
Valencia, Cataluña y Mallorca. Recorrió
todas con bastón en una mano y la Biblia en la otra. Posteriormente se traslada a tierras
portuguesas, entre el Duero y el Miño. Se establece en la población de Guimarães fijando su residencia en el
hospital de la citada población. En ese
hospital fue maestro, de los que más tarde serian Santos, Fray Lorenzo Menendes
y Gonzalo de Amarante. Desde allí llega
a Galicia iniciando su labor en tierras
de Lugo. Posteriormente se traslada a
TUI para evangelizar especialmente a los
pecadores y navegantes de su extenso litoral. Al poco tiempo de su residencia en Tui, se
trunca su apostolado en Galicia, ya que
el Rey Fernando III, el Santo, enterado de la santidad excepcional de
San Telmo solicita su presencia en la
corte. El rey necesitaba más que nada
protección de Dios ya que se avecinaban
dos grandes y difíciles batallas
contra las tropas mahometanas que
conservaban en su poder Córdoba y
Sevilla. Durante largas jornadas
enseña a las tropas la doctrina
salvadora de Jesucristo. San Fernando elige a San Telmo como confesor personal y también como consejero. La convivencia de San Telmo con el
Rey fraguó una amistad profunda. Una vez
conquistadas las citadas ciudades regresa a su
querido TUI cuyo apostolado había interrumpido. La diócesis de Tui, incluía entonces, una amplia
zona de Portugal, desde Viana do Castelo
hasta más allá de Arcos de
Valdevez. En ese territorio y el
correspondiente de España ejerció su incansable labor misionera. La diócesis tudense tenía una vida económica
muy pobre, por lo que las comunicaciones entre parroquias eran muy difíciles. San Telmo desarrollo una ingente
labor de construcción de puentes que facilitaran las comunicaciones. De su
amistad con el Rey obtuvo ayuda económica para realizar dichas construcciones
pero aun así no eran suficientes
teniendo que recurrir a limosnas para finalizar las obras. Destacamos
dos de ellas ya que en las mismas se produjeron dos de sus numerosos milagros.
Uno de los puentes fue en Castrelo de Miño, en donde la carestía de medios
llegó a la falta de víveres. San Telmo
rogó al Señor Todopoderoso la solución
angustiosa y realizó el milagro de que los peces se acercasen mansamente a la
orilla del rio permitiendo recogerlos
para alimentación suficiente. El segundo puente lo construyó en La Ramallosa,
Gondomar, donde todavía hoy se conserva. Durante la construcción realizó otro asombroso milagro. Predicaba
ante un gentío inmenso y se desató una tormenta aterradora con enorme aparato eléctrico, vientos huracanados y
descarga intensa de lluvia que se acercaba hacia el auditorio. San Telmo, como siempre, fiado de Dios, trazó con su
derecha el signo de la cruz y la amenazadora nube tormentosa se partió en dos pedazos que fueron a descargar su lluvia
en agua del mar.
Unos días antes de la Semana Santa del año 1251, San Telmo estuvo
predicando en la Iglesia conventual de
Pexegueiro, a 5 kilómetros de Tui. Allí pronosticó al auditorio su próxima muerte. Demacrado y asténico notaba una fiebre alta.
Síntoma de un acceso grave de paludismo,
que entonces era una enfermedad endémica en las múltiples zonas
pantanosas de las cercanías de Tui. Febricitante y extenuado se acerca a la Catedral de Tui para terminar sus cursos de Santidad y Conversión. En ella predicó hasta el Domingo de Pascua. Ese mismo día él y un compañero dominico emprenden camino hacia el Convento de la Orden en Santiago de Compostela con la intención de morir. Transcurrido 4 kilómetros de marcha, en el lugar conocido desde entonces como “Ponte das Febres”, se encuentra peor de su estado de salud y decide retornar a Tui.
Una vez instalado en casa de su amigo
de siempre, encamado pero con plena
lucidez recibe visitas de su gran amigo,
el Obispo Fray Lucas de Tui, así como
de Canónigos, sacerdotes y seglares.
Pocos días después del Domingo de Resurrección, transcurría el año 1246,
San Telmo fallecía, no sin antes y ante
un grupo de visitantes, exponer su promesa de protección que transcribimos: “TENGO UN SEÑOR, QUE CON HABERLE SERVIDO
POCO, ME QUIERE PAGAR MUCHO. Y QUIERE
HONRARME MAS DE LO QUE YO LE HE SERVIDO: ME HA
PROMETIDO FAVORECER POR RESPETO A ESTA CIUDAD Y A TODA SU COMARCA Y LIBRARLA DE MUCHOS CASTIGOS, QUE
POR SUS PECADOS MERECE: Y NO AHORA, SINO
TAMBIEN EN LOS FUTUROS SIGLOS… “ Al amigo
y vecino que lo había hospedado le regaló la correa de cuero de su hábito
con este presagio: “Tomad esta correa
con que me ciño. Guardadla en memoria mía y
algún día os servirá de provecho”
La noticia del tránsito de San Telmo conmovió, no solamente a la Ciudad
de Tui, sino también a la comarca
gallega y portuguesa. Desde la parte
baja de la ciudad subía el féretro de San Telmo, vestido de Dominico, hasta la Catedral. Presidia la comitiva el
Obispo de la Diócesis, Fray Lucas de Tui. Este
Obispo ayudó “con sus propias manos” a depositar en un sarcófago de
piedra el cuerpo del Santo. Este
sarcófago se situó bajo tierra, entre el Pórtico de la Catedral y el Coro Capitular.
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