domingo, 12 de enero de 2025

NACIDOS DE LAS AGUAS Bautismo del Señor

 

Hoy concluye el tiempo de Navidad. Este ciclo comenzó a principios de diciembre animándonos a esperar la llegada del Señor, prepararnos y disponernos a su venida, reafirmando, esto es, fortaleciendo la esperanza. Desde el 24 de diciembre hasta ahora vemos las diversas manifestaciones de que Dios está en medio de nosotros. Nacido de una mujer, en una familia, en la pobreza, adorado por los pobres receptores de la salvación y mensajeros de la buena nueva, revelado en los signos del cosmos para ser Señor del Universo, adorado por los pueblos de la tierra. Hoy se nos manifiesta adulto, pasados los años de la formación, educado en un pueblo pequeño, enseñado por su familia en un oficio, conociendo el silencio y una vida oculta, se encuentra a través de la necesidad del perdón y de la misericordia en la fila de los pecadores para ser bautizado por Juan.

Así como Jesús, en el vientre de su madre provoca la alabanza por obra del Espírito en boca de Isabel y el niño, Juan, salta de alegría en su vientre, hoy, Jesús, vuelve a ser provocativo. Viene y hace que todo se revuelva, el cielo con la tierra, se abra lo que estaba cerrado, los cielos para continuar un encuentro de lo divino y lo humano. Hoy Jesús se revela, una vez más, a los últimos, los pecadores, los que se humillan que son ensalzados, como había cantado María en la visitación. Y la voz del Padre pronuncia sentencia, este es Hijo, el amado, y el Espíritu aletea sobre las aguas, como en el génesis, para hacer posible la nueva creación. Todo se revuelve, se resitúa, cambia de lugar, es Dios quien desciende para entrar en la realidad de una historia de fracasos y pecado, y el hombre despierta de su letargo para resucitar a una condición nueva, no eres esclavo sino hijo... y ser hijo es un don regalado que se goza y se vive con alegría y entusiasmo.

En este Jubileo, celebremos que Dios viene y manifiesta que no coloquemos las cosas a nuestro gusto y comodidad, ni establezcamos criterios de diferencias según estamentos y dignidades humanas, sino que resituemos la vida desde una condición de hijos e hijas para vivir la fraternidad. Hoy renovamos el bautismo como signo de que el Señor ha hecho obras grandes en nosotros.

Como Isabel proclamaba ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Hoy, nosotros, animados por el Espíritu decimos Bendita tú, María, por ser Madre de un pueblo nuevo nacido de la semilla de la fe, que camina en esperanza y vive en el amor.

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