domingo, 10 de octubre de 2021

DÉJALO TODO



Una vez finalizadas las celebraciones festivas en honor de la Virgen María, retomamos el ritmo de un inicio
de curso que nos presenta una vez más el reto de abordar un nuevo tiempo con ánimo e ilusión. 

Este domingo el texto del evangelio nos muestra la dificultad de responder positivamente a la llamada de Jesús. A lo largo de los domingos pasados hemos visto lo que significa seguido a Jesús. Es un camino que lleva el misterio pascual. Ser discípulo de Cristo significa hacer nuestra la cruz y contemplar la vida desde la esperanza del resucitado que nos incorpora la vida nueva. Y así como Pedro y sus compañeros dejan al descubierto sus limitaciones de discípulos. Hoy Jesús aprovecha esta negativa del joven rico para invitarnos a reflexionar sobre el papel que juegan los bienes materiales en nuestra propia vida. 

Aquel hombre que se presenta delante de Jesús lo hace con una intención noble. Quiere alcanzar la vida eterna. Podemos pensar qué quiere hacer una inversión de futuro. Pero en el fondo no está lejos de nuestra propia perspectiva. Lo tenemos todo y lo hemos ganado honradamente. Cumplimos con los mandatos de la ley. Pero nos falta algo. 

El encuentro con Jesús supone el encuentro con una mirada llena de cariño. Jesús lo vió y le amó. Y le invita dar un paso más vete, vende lo que tienes, esto es, o un valor y precio a tus cosas y a tu vida, a tu esfuerzo y a tu sacrificio, pon todo en una balanza por el precio, dale dinero los pobres y después sígueme. 

Aquel joven se fue triste porque era muy rico. Lo que le provoca tristeza es que no tiene la valentía suficiente para dar un paso adelante. Ha sido capaz de enriquecerse de forma honrada pero ahora se da cuenta de que lo que tiene le está provocando un peso interior que es la avaricia.

Por eso Jesús previene a sus discípulos de que la riquezas se acaba destruyendo el sentido de la persona son un peso que nos impide entrar en el reino.


Pedro una vez más se hace vocal de sus compañeros y le preguntó a Jesús que nos queda nosotros después de haberlo dejado todo. La promesa de Jesús es el ciento por uno añadiendo una apostilla: con persecuciones. Una vez más Jesús es claro. No quiere que nadie se lleve la sorpresa considerando que ha sido engañado. El seguimiento de Jesús es identificarse con el. El Señor entra en la realidad de este mundo siendo uno de nosotros desde la pobreza. Y la riqueza que nos aparta todos es una vez más su amor que se hace ofrenda y oblación.

    En este domingo os invito a que ponemos nuestra oración por los jóvenes para que se dejen conducir por el Señor en este camino de sabiduría. 

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