sábado, 30 de enero de 2021

NO ENDUREZCAMOS EL CORAZÓN

 


Ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis el corazón.

Con esta frase del salmo 94 que cantamos este domingo se resume la relación dialogal del encuentro de Dios con nosotros. El empeño del Buen Dios es abrir caminos de vida, libertad, justicia, esperanza y amor. Pero esta palabra, que se abre al futuro, se tropieza con el corazón del hombre que se niega a abrirse a la intemperie. Nos cuesta aceptar la incertidumbre pues buscamos seguridades. Nos cerramos a lo imposible pues lo queremos agarrar todo. Nos cegamos con nuestros proyectos imaginándonos que son los mejores. Y el empeño de Dios es una palabra abierta al encuentro hasta con lo negativo de la realidad. 

Jesús, profeta de lo inimaginable, hace postrar ante si a los que estaban llenos del mal. La imagen que usa el evangelista es la postración de los espíritus impuros, lo que degrada el proyecto de Dios en el hombre abre sus ojos para ponerse delante del que es la nueva humanidad. Lo curioso es que la escena sucede en el lugar de la escucha de la Palabra. En la sinagoga entra el hombre poseído de lo inmundo. Jesús, con su presencia , hace posible la inclusión. En otras circunstancias ese hombre estaría excluido de poder entrar en la sinagoga. Pero, Jesús, que trae la salud, la salvación coloca al que se retuerce por el daño del mal en su vida, en el centro.

Que llamada profética para nosotros. Una invitación a abrir espacios para que el hombre poseído, sometido, subyugado al mal, ocupe el centro de nuestra comunidad para comunicarle la Palabra de vida.

No endurezcamos el corazón

Feliz domingo


Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,21-28):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»

Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.



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