Queridos Hermanos y Hermanas. A lo largo de estos tres domingos, la palabra de la Eucaristía, nos sitúa en la perspectiva de cuáles son los preparativos para la llegada del Señor Y la plenitud de los tiempos. Esto lo veremos con mayor claridad el próximo domingo cuando celebremos Jesucristo rey del universo.
Hace unas semanas el evangelio nos mostraba la invitación a una fiesta de bodas. Los invitados son los que escuchar la llamada, que andan por los caminos, ricos y pobres, Santos y pecadores, y que aceptan participar en el banquete de bodas.
El domingo pasado, en el contexto también de la celebración de una boda, las doncellas tenían que estar esperando la llegada del esposo. La invitación es a tener las lámparas preparadas y suficiente aceite para mantener encendidas las luces.
Hoy es la generosidad de un señor que entrega a sus criados unos talentos y les invita a ponerlos a producir hasta que el venga.
En las tres parábolas el protagonista es quien toma la iniciativa de que participen de su propia vida: un banquete de bodas, la llegada del esposo y el reparto de talentos.
Los que reciben los encargos lo hacen desde distintas ópticas y tomando la decisión desde su propia libertad. Así los que se habían preparado para las bodas van adecuadamente vestidos, las doncellas precavidas llevarlas alcuzas de aceite y los siervos con disponibilidad y entrega dan cuentas de sus trabajos.
Estos tiempos de preparación y de espera son los nuestros. Lo que está por llegar es fiesta, alegría, encuentro; y como escuchemos hoy, entrar en el gozo del Señor.
Pero estas parábolas se da el elemento contrario. Aquellos que no están dignamente preparado su dispuestos, como el que no tenía el traje de bodas y que fue expulsado, porque no aceptaba que la invitación a un banquete suponía un cambio y una transformación abandonando además el ropaje impropio de la condición humana revistiéndose de los valores del reino su paz de su justicia.
Las doncellas que no tenían el aceite por dejadez tampoco pudieron entrar en la sala con el esposo. No os conozco, les dijo. Porque esperar por el Señor significa llegar nuestra vida con aquello que la fuerza a nuestra luz: la oración, la escucha, la vida sacramental, la caridad. Ser luz en medio de ti mientras.
Hoy el criado que no entra en el gozo del Señor es el que por miedo en tierra el talento. Ocultar las oportunidades, esconder nuestras capacidades, refugiarse en nuestras individualidades, quedarnos en la mediocridad o abandonarnos en nuestro egoísmo son los obstáculos y lo que hace crecer en nosotros los miedos y frenan la valentía de poder ser y dar fruto adecuado.
Muchos aspectos de tu vida no pensabas que lo ibas a llevar adelante pero hoy descubres con agradecimiento, el Señor continuamente te ha bendecido.
Da gracias a Dios por todo y escruta en tu corazón las bendiciones de Dios. A
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