Queridos Hermanos y Hermanas. Ya estamos en el ecuador del mes de octubre, y en este domingo se celebra la fiesta de Santa Teresa de Jesús, por lo que felicitamos a todas las Teresas.
A lo largo de estos domingos San Mateo nos muestra a través de las distintas parábolas la necesidad de recordar que la comunidad cristiana es icono del deseo de Dios de unir a todos los hombres y mujeres bajo el signo del amor, la compasión, la caridad, y todo esto, reflejado en la llamada a trabajar en su viña, en la disponibilidad de aquellos que son invitados y en la celebración festiva sentándose en la mesa del banquete de bodas.
La parábola de hoy es una llamada a que todos son invitados a sentarse a la mesa del Señor. Aquellos que rechazaron la invitación son los que deberían haber respondido primero, el pueblo hebreo escogido por Dios, pero la negativa a aceptar al mesías se convierte en una apertura a que todas las personas, buenos y malos dice el evangelio, puedan entrar en el banquete de bodas.
La fe se convierte de este modo en una llamada universal. Una fe que proclama que todos somos Hermanos. A lo largo de esta semana hemos visto con dolor el estallido de un modo foco de violencia que hace temblar nuestro corazón. Una vez más y nos volvemos a preguntar hasta cuándo? Esta decepción interior en la que contrasta el deseo interno de toda persona de vivir la comunión en la unidad con los demás con la proliferación de actitudes violentas que no sólo se quedan en el ámbito o de las guerras si no que se traspasa a toda la población. No son pocos los que en sus conversaciones habituales manifiestan su preocupación por las palabras, los gestos, las actitudes con las que nos relacionamos y que manifiestan esa barrera que ponemos entre unos y otros y ese individualismo atroz. Proclamar una vez más la construcción de un mundo en paz y armonía no puede ser una ingenuidad infantil sino la recuperación de la verdad realmente humana.
Que la celebración de este domingo sea signo de que la comunión en la escucha de la palabra, la oración agradecida e confiada, el alimento del Eucaristía reafirma en nosotros una actitud de conversión para vivir como Hermanos.
Oremos por el sínodo de los obispos que se está celebrando en Roma. Unámonos a la oración por la paz y pidamos a María nuestra Madre que nos ayude a proclamar que Dios ha levanta al desvalido. Que el Señor acoja a las víctimas de la violencia las guerras y convierta los corazones.
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