Queridos Hermanos y Hermanas. A lo largo de este año hemos contemplado la vi de la palabra de Jesús a través del evangelio de Mateo. Estamos en la recta final. Queda un mes para que finalice el año litúrgico. Estos domingos pasados hemos contemplado a través de las parábolas la confrontación de Jesús con los sumos sacerdotes, los ancianos del pueblo, los escribas y fariseos. Estas parábolas están pronunciadas después de la entrada triunfal en Jerusalén y de la expulsión de los mercaderes del templo. Ese paso previo a esa condena a muerte que llevará al Hijo de Dios a entregar su vida por todos. Los domingos que restan hasta la solemnidad de Jesucristo rey del universo nos abrirán una perspectiva de la culminación del amor como ratificación del reino de Dios que él anuncia.
El ambiente
está muy caldeado y los que aparentemente son enemigos entre sí, los fariseos y
los herodianos, esto es, los contrarios a la sumisión al imperio romano y los
que eso títeres del mismo, se ponen de acuerdo no únicamente para saber de qué
lado está Jesús si no como denunciarlo y acusarlo o bien de traición o de
colaboracionista.
Jesús
trastoca sus intenciones y desvela su hipocresía. Deja bien claro que su
mensaje es superior a las intencionalidades de los hombres.
La imagen
del emperador Tiberio en la moneda del denario y su inscripción es una
proclamación de la divinidad del emperador. Es él que está por encima de todos
los demás e impone su voluntad. La respuesta de Jesús “devolver al César lo que es del César” es una prerrogativa para
que el hombre se pregunte cual es la relación que se establece en el ámbito
social. En una sociedad en la que imperaban las desigualdades nos sitúa ante
una visión de que Dios, que es Padre providente y que cuida de todas sus
criaturas, que no abandonar sus hijos y que tiene todo poder cambia el modelo
para situar nos en una actitud de servicio. La auténtica imagen que revela el
destino del hombre es el ser imagen de Dios. Todos somos hijos de Dios, no solo
el emperador ni el que ostenta el poder, todos somos herederos en el Hijo y
llamados a ser servidores en el amor.
En una
sociedad como la nuestra en el que imperan los criterios económicos, los
beneficios y los éxitos y el poder, en muchas ocasiones la persona se ha
convertido en una moneda de cambio, el precio a pagar para poder seguir en la
cúspide. Es Jesús quien viene a situar a la persona en el centro, no como un
instrumento, sino como protagonista de la construcción del reino de Dios. Un
reino en el que tiene unas relaciones fraternas que establecen que todos nos
cuidemos mutuamente, fortalezcamos a los débiles en una actitud de servicio y
disponibilidad, rescatemos a los que viven situaciones de sufrimiento, evitemos
toda violencia citada división, seamos constructores de la paz y puestos al
servicio del bien común se considera que a nadie le falte lo necesario para
vivir dignamente.
Seguimos
orando insistentemente por la paz. No perdamos la esperanza a pesar de que
tantas veces vemos como la humanidad es contraria a los principios básicos que
Dios ha puesto en su corazón.
En este
domingo oremos también por las misiones, los misioneros y misioneras, que
llevan el mensaje del evangelio y de la belleza de darle a la persona su
dignidad de hijo de Dios.
Muy bueno hacer presente el momento litúrgico que estamos viviendo. Gaciñas
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